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De mar Amar Segunda Parte12-11-2021

Capítulo Séptimo

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Los hechos y personajes son productos de la ficción. Toda similitud con la realidad son mera coincidencia. (Los autores)

 

Alejandra escuchó alelada el “me voy a España” de Sebastián.  

-Que decís Seba?

-Lo que escuchaste me voy a España-

Sebastián vio el desconcierto, casi mutado en terror, en el espanto de un nuevo abandono, que se reflejó en la perplejidad del rostro de Alejandra. Y sintió una acalorada ola interior de satisfacción. Como si consumara una venganza ritual, un vuelco dramático en el duelo de escalas de progreso y realizaciones personales.

Alejandra se sentó junto a él, depositó con desgano las flores del admirador anónimo en el florero de la mesita ratona, y alzó una mirada gris.

Sebastián no la miraba, y contemplaba a través del cortinado del ventanal el paisaje tan verde como los ojos que habían desarmado a la cenicienta de rojo. Comenzó con una inusual economía de palabras a relatarle la propuesta de Gus en Torrevieja. Volvería al periodismo de investigación, su esencia, ganaría buen dinero y volvería.

-Unas semanas, tal vez un mes o dos. Pero no más-

Y agregó como para hacer más evidente la devolución de una estocada que lo hería desde hacía tiempo:

-Es como tu logro en sudamericana. No son cosas que se puedan desaprovechar-

Sebastián estiró las piernas y apoyó con cuidada elegancia las manos en los apoyabrazos del sillón.

Estupefacta, Alejandra, que esperaba cualquier novedad o reacción menos esa, miraba el vacío. Un berrido la impulsó a levantarse y se dirigió al dormitorio de los melli.

Los cambió, aprovechando la pausa de la tarea para que las lágrimas se escurrieran y no quedara huella de su turbación.

-Termino de cambiarlos y preparo la cena, Seba-

Dante y Stefanía devoraron las pastas y corrieron a sus dormitorios a continuar con sus juegos de computadoras.

El silencio se entrecortaba con el rumor del lejano tránsito de la ruta, con los pájaros nocturnos y el entrechocar de los enseres. Por fin Alejandra dijo:

-Está bien. Entiendo. Dejaste un futuro, una actividad y una carrera y quieres recuperar algo de ella. Pero me late que hay algo de revanchismo en ello… qué cuando la mujer quiere lograr algo o finalmente lo alcanza... algo sucede que le recuerda que no es fácil como para los hombres...

De un manotazo arrojó a un lado la servilleta volcando la copa de vino. Y soltó un ahogado sollozo.

-Es sólo un tiempo! - la increpó Sebastián-

-No se trata de eso. Se que hubieras rechazado la propuesta de Gus, si yo estuviera como siempre en la agencia municipal y sin otro horizonte que la de ama de casa. Deberías admitir que nunca pudiste digerir que me haya abierto camino sola y alcanzado esta nueva realidad. Hasta estoy convencida...

-A ver un poco Ale. ¿Tengo que decirte, recordarte cómo comenzó todo esto? Hice todo lo posible por arraigarte en Torrevieja, pero cuando decidiste que era mejor regresar a Argentina, dejé toda mi historia, todo mi capital de trayectoria, -que no va a recuperarse porque vuelva por un tiempito- y ahora que has concretado lo de sudamericana, resulta que yo debo quedarme con un inseguro “gancho” en Comercio Exterior mientras a vos se te dan todas las cosas...

-Yo no podría irme -terció terca Alejandra- Por ejemplo, si sudamericana me pidiera ir al exterior declinaría el ofrecimiento, incluso a riesgo de arruinar mi carrera allí.

-Si eso sucediera yo cuidaría a los mellis. Si tuvieras que irte me quedaría con ellos hasta tu regreso.

-Tal vez. Te creo.  Pero yo no me iría y dejaría a los mellis, a hijitos tan chicos. Y además están Dante y Josefina. Una madre nunca deja a los chicos por razones que tenga. Los padres sí.

Había lágrimas en el rostro de Alejandra. Se sentó en la ratona con la cabeza hundida entre las manos.  Los mechones de pelo le cubrían la mejilla volcados hacia adelante. Hubo un largo silencio.

De pronto Ale sintió el peso y la energía absorbente de las dos manazas del gigante abrigándoles los hombros.

-Si tanta angustia te provoca, lo digo sinceramente, renuncio a irme a España. Me quedo aquí, con mi pichona y los mellis. -

-No Sebastián! - Dijo Alejandra apartándose con brusquedad- No. Esa decisión, de tomarse, tendrías que haberla tomado antes sopesando los pro y los contra. No porque surja esta discusión. No me libraría nunca de la culpa si te echas atrás ahora porque me ves así. Mañana puedo ser yo quien te necesite.

Sebastián volvió a tomarla de los hombros. Ale se desmoronó como un castillo de naipes, sintiendo el irrefrenable deseo de abrazarlo, y pensando la ausencia de ese calor en la cama.

-Tal vez nunca debí aceptar lo de sudamericana... y todo por un imbécil que te dijo que eras mi chofer...

Ahora fue Sebastián quien reaccionó con brusquedad.

-No Ale, no hables así. Yo quiero que triunfes y logres todas las metas que te propongas. Tal vez el primer impulso…  Pero no! Yo no creo que debas abandonar esto. Y si lo hicieras arrastraría la culpa de haberte influenciado y...

Sebastián se sintió torpe y miserable viendo las lágrimas de Alejandra acomodando las batitas de los mellis mientras apaciguaba una enésima disputa lúdica de Dante y Josefina.

Se tiró en la cama esperando a que Alejandra enviara los niños a descansar.

Para cuando regresó se había dormido. Y cuando sonó la alarma de Alejandra, para acudir a su trabajo en la municipalidad, no lo despertó con el clásico beso de los buenos días.

Los días siguientes aceleraron mediante un mail de Gus la preparación del viaje a España que Alejandra aceptaba con estoicismo.

En la oficina, Stefa registró el cambio de humor de su jefa y amiga. Y quedó estupefacta ante la noticia de que Sebastián cruzaría el mar. No emitió opinión alguna y condujo a Alejandra hacia otro tema que no dejaba de inquietar a las dos amigas, aunque con motivaciones muy diferentes.

-Creo que puedo saber cómo averiguar quién es-

-Cómo? –preguntó Alejandra absorta en el trajinar administrativo diario.

-Muy simple. Mira, yo tengo que averiguar por una tumba de mis bisabuelos, pero le tengo tirria a todo lo que sea funerario. De chiquita… la muerte de mis abuelos cuando era apenas una niña de jardín, toda la ceremonia del velorio, el entierro y la gente grande llorando me dejó como traumada. Entonces no quiero ir allá para averiguar nada-

-Qué tiene que ver eso con lo de las flores?

-Esperá Ale, dejáme explicarte. El Director de Servicios Necrológicos es el dueño del Bar de Copes No? Bueno escuchá hasta el final y dejáme explicarte.

-Bueno dale- respondió una sorprendida Alejandra.

-Voy a matar dos pájaros de un tiro. Se llama unir lo útil con lo bello. Hago la investigación para dar con el de las flores y averiguo lo de mis familiares. Bueno cuando viene el chico de las flores este viernes lo atiendo yo y le digo que espere afuera. Cosa de no exponerte vos. Entonces en la misma esquela donde te anotó “Disponga del día, la hora y el lugar. Me tendrá a sus pies”-El Caballero de las flores. ¿Te acordás? Bueno en el mismo papelito le agregás por ej. … digo... lunes 16 hs., Bar de Copes. Lleve una rosa amarilla para que pueda identificarlo- Y punto. Yo voy a ver al cabrón de Director de Necrológicas. Como bien decís al Director no le agradará ni medio que me meta en su bar por algo de su trabajo funerario de la mañana a planteárselo en su negocio. Entonces, ya lo charlé con mi marido. Voy con la excusa que le quiero alquilar el jardín o el salón para el cumple de mi bebé. Voy por supuesto a la hora, de la cita con el de las flores. Y ahí, lo tengo todo pensado jefecita, le pido al Director como quien no quiere la cosa sacar unas fotos del patio y el bar... “a ver qué opina mi marido, Sr, del lugar para el cumple”. Y seguro que no va a tener problemas. Entonces hago distintas tomas hasta que sin que se dé cuenta, el “caballero de las rosas” queda retratado para la posteridad.

-Ay no se Stefa, que decirte...

-Vos dejáme a mí. Y todo va a salir bien. ¿Sí? - inquirió una divertida Stefanía.

-Ma si! Hacé como quieras, pero tené cuidado- sonrió forzadamente una Alejandra apenas contagiada por el entusiasmo de su compañera y amiga.

 

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Alejandra, demasiado ocupada en las presiones laborales de Sudamericana y la agencia de economía municipal; dejó hacer a Stefa sin poner demasiadas objeciones.

La angustia por la tensa espera de la fecha del vuelo a España, la inevitable tormentosa despedida que imaginaba para ese día, la ponía en la especial turbación de beberse el torrente de fuego de su gigante moreno, en el inconsciente deseo de atenazarlo a este lado de la costa atlántica. O al menos a que acelerara el regreso a la quinta de los Eberhardt, olvidando el glamour mediterráneo para siempre.

Fue tal vez por eso que la misma mañana que se reunió en la oficina con Stefa para comenzar una nueva jornada laboral y vio la fotografía que le enviaba por WhatsApp, casi se cae de espaldas. No sólo por la identificación que la propia Stefanía había hecho del admirador anónimo, sino porque abstraída en su pandemónium emocional de la pérdida de su poeta moreno, había casi olvidado por completo la conspiración urdida por su inseparable amiga.

- ¡Dios mío, es el legislador! A cada rato viene por una boludez, o a hacer la misma pregunta por un expediente. Ya me di cuenta que algo se trae entre manos, no sé bien qué...

-Qué se va a traer jefecita, te tiene ganas! Jijiji

-Ay por Dios!  Dejáme Stefa. Lo tengo de amigo en las redes y siempre me escribe. Pero como en ningún momento fue directo en otro tipo de intenciones. Yo siempre por una cuestión de respeto lo atendí y le respondí, sobre todo teniendo en cuenta que es un académico, un político ya mayor, y de jerarquía, cosas que deben tenerse en cuenta en este trabajo y esta oficina.

-Bueno, jefecita... no es tan malo tener a mano a uno que hace las leyes. Es un legislador ¿no?

-Ex legislador.

-No sospechaste que podía ser él ¿verdad?

-Pero escúchame una cosa, ¡el tipo es casado! Ahora lo voy a bloquear de todos lados. En las redes se muestra casado, muy cariñoso y atento marido para con su esposa. Vende una imagen muy profesional, seria y de hombre de hogar… Jamás hubiera imaginado que eran otras sus intenciones.

-Ay Ale! Los hombres siempre tienen las mismas intenciones. Los tipos son como esos pescadores que tiran los anzuelos aquí y allá. Si pica bien, cenamos moncholo! Y sino otra vez será…

-Pero contame como fue.

-Fue refácil. Llegué más o menos unos diez minutos después de la cita y le dije al funerario que venía por eso del cumple. El tipo, que es medio rengo, igual me mostró de buena gana los lugares donde se podía hacer el supuesto cumpleaños, y yo iba tomando fotos. Cuando volvemos al frente donde están las mesas y todo eso. Y ahí lo veo, con la rosa amarilla. Y sin mirarlo saco una medio panorámica. Cuando la agrandás en el celu a la imagen, se ve bien todo.  

- jefecita... Es hora de devolverme el favor. Me angustia el Cementerio. Le dije al Director de Necrológicas que alguien iría a ver la tumba de los abuelos. ¿Irías?

-Si claro. Le hablo esta misma semana y te digo. -

 

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-El 15-

Alejandra servía las milanesas de Dante y Josefina y sin mirarlo respondió

-Huy tenemos la fecha encima. ¿El 15 sale el vuelo?

-Si. En Sauce Viejo tomo el de cabotaje. Y ese mismo día tomo el vuelo de Iberia en Ezeiza.

-Diez días para ordenar todo.

Hubo un breve silencio…

-En Comercio exterior ya se cargó mi licencia y me hacen un cóctel de despedida... podrías venir!

 -No sé qué decirte Seba. Seguramente estarán tus amigos y la Dra. Ulrich. Y ese ánimo festivo no es el que tengo, no estaría cómoda, compréndeme, y no quiero que vos lo estés por ello. Además los chicos, los cuatro otra vez encargar la niñera o joder a la Maruca a la que necesitaré aún más cuando no estés-

Con los ojos húmedos lo miró alzando la barbilla. -Te despediré aquí, todas las noches antes de que partas. Y la última antes de irte, será especial.

Mas avanzada la noche, con los niños ya dormidos, Sebastián, sintió correr el agua de la ducha cuando ingresaba al cuarto de baño.

-Perdón Ale, me lavo los dientes-

- Porque no dejas el cepillo y te ocupas de la esponja en mi espalda...

Sebastián comprendió la invitación al combate y no había terminado de despojarse de toda su vestimenta cuando Alejandra corriendo la cortina con una mano, con la otra lo tomó de los cabellos y lo arrojó a la bañera con la excitación de una poseída, llameante de un encolerizado deseo.

-Allá recordarás lo que te pierdes cuando estés coqueteando por Torrevieja-

Conocía sus manos ansiosas, y sus brazos de amazona ardiente. Su arrebato le incendió el vientre cuando cayeron sobre la antigua bañera haciendo desbordar el líquido espumoso una y otra vez. Alejandra, como nunca, tomó la iniciativa. Una motivación irreductible crucificó al gigante moreno, en el porcelanato de la grifería. Una sed abrasante parecía recorrer los labios y las encías de Alejandra. Sebastián sintió una sucesión de dentelladas desde la inyección hasta el vientre, y como una sirena poderosa succionaba con furia y fuego, bebiéndole el falo y el valle ventral. La pasión de Alejandra le extirpó un bramido de búfalo. Se colgó de la ducha con ambas manos para facilitar a su victimaria el sacrificio indetenible.

Tal como profetizó Alejandra, Sebastián recordaría la explosión de su clímax, todas las noches, en su autoexilio de Torrevieja.

Alejandra decidió esa misma semana devolver el favor a Stefa. Como todos los jefes y personal jerárquico en general, cuando los empleados y obreros marcaban su egreso, debían quedarse dado que la carga horaria de su rango era superior a los subordinados. Así que cuando en aquella jornada se hicieron las trece, Alejandra marcó en su teléfono el número que le dieron de la oficina municipal del Cementerio. La necrópolis era desde siempre y por el carácter de su función, un organismo distante en todos los sentidos. Nadie quería acercarse mucho a un organismo que trata cotidianamente con la muerte, el dolor y la desgracia humana.

Pero Alejandra estaba decidida a ayudar a Stefanía, y para ello debía hacer una gestión personal para contenerla.

Una voz metálica respondió impersonal.

-Cementerio-

-Si buenos días. Soy Alejandra Eberhardt, a cargo de la agencia de economía. Necesito hablar con Ud.-

-La escucho-

-Pero sería necesario que Ud., me recibiera, si es tan amable. Verá se trata de un tema muy personal, de una compañera que aprecio, pero que no está en condiciones anímicas de encargarse de gestionar en el Cementerio un trámite familiar. ¿Podría ir a consultarlo?

-Si. Si viene enseguida, porque a las 14 me retiro.

-Si, sí. Voy en unos minutos-

El Cementerio estaba desierto a esa hora, sólo quedaba de turno un sepulturero y el Director de Asuntos Necrológicos. Había escuchado de él las versiones más dispares. El enfrentamiento con la gestión anterior, su participación con la presente al comienzo y su posterior distanciamiento. Pero fundamentalmente sus vinculaciones con los tiempos de los años de plomo, que nunca habían quedado del todo claros. Había quienes lo ubicaban tanto en uno como en otro bando. Tampoco destacaba por su empatía. Lo que al aura de los peligros del pasado se le sumaba el negro oficio que le asignaron, al extremo sur de la ciudad en las postrimerías de la última dictadura militar cuando era un chico de unos veinte años.

Para su sorpresa la recibió en la capilla erigida en el ingreso, una pequeña iglesia donde solían rezarse los responsos.

El Director le extendió la mano con una apagada sonrisa.

-Pujadas, Luciano Pujadas.

-Alejandra Eberhardt. -

El trámite de ubicar una tumba antiquísima era algo que sólo el Director funerario podía hacer. El laberinto de un particular cementerio que conservaba miles de sepulcros y propiedades en un laberinto intrincado, que no había sido sistematizado por relevamiento alguno, hacía que debiera recurrirse a lo que guardaba su memoria.

El hombre observó el papel ajado y amarillento que Stefa le había dado y que ahora le extendía Alejandra.

Pujadas lo observó en silencio.

-Si. Es del tiempo en que había un Cementerio que era de la Iglesia. El Cementerio Católico. Dígale a su amiga que inicie un expediente adjuntando declaratoria de herederos y podrá conservar la concesión de uso a perpetuidad. De todos modos, el traslado de los restos de un familiar puede gestionarse sin necesidad de tener confirmada la titularidad como heredera-

-Cuanto le agradezco Pujadas- Luego giró para retirarse cuando le picó la curiosidad.

- ¿Un Cementerio Católico? ¿Y los que no lo eran?, protestantes y otras confesiones?

-Vea esta avenida central. Aquí había un muro que separaba al Cementerio católico de los que morían en otra fe.

-No lo puedo creer! Por suerte esas irracionales divisiones ya no existen.

-Existen otras. Más graves y trágicas que las absurdas diferencias religiosas del siglo XIX. Después de 30.000 desaparecidos, un muro dividiendo cadáveres que en vida iban el domingo a misa a distintos templos, no parece tan terrible. ¿No te parece piba? -

El “piba” no le cayó en gracia. Decidió recoger el guante.

-Le agradezco la deferencia de haberme recibido fuera de horario y su gentil amabilidad, pero acabo de decirle cual es mi nombre y apellido. Por lo que lo de “piba” me resulta tan fuera de lugar como que yo lo tratara de abuelo-

Pujadas, sorprendido por la leona que había despertado de un letargo, giró la mirada hacia Ella y sonrió como encantado de ser invitado a una partida de ajedrez.

-Bueno mis hijos aún no me han honrado dándome un nieto, por lo que lo de abuelo no sería el término apropiado, en cambio Ud., sí es una... jovencita. Sólo quise ser afectuoso y amable.

Se puso de pie junto al altar y Alejandra vio allí como Pujadas tenía la pierna izquierda afectada por una lesión permanente. Lo vio apoyarse con el bastón de aluminio empuñándolo en el brazo derecho.

Un poco por la dolencia expuesta y otro poco por la disculpa, Alejandra se dispuso a desentrañar que fuerza desconocida la instaba a permanecer allí en la capilla, bañada del sol del mediodía a través de los antiguos vitreaux.

-Perdón, dijo desaparecidos...

- Si. ¿No conoce lo que pasó en su país?

-Sé que son los desaparecidos- respondió inmediatamente Alejandra pero evitó mencionar a Sebastián y que estaba casada con un hijo de desaparecidos- He discutido con alguien mucho sobre los tiempos aquellos. Una época negra de nuestro país.

-De todos modos, lo que le pueda llegar es la consecuencia de las luchas de aquellos tiempos. Es decir, los desaparecidos fueron el saldo de la matanza con que se cerró la derrota de la liberación del país, y en toda América Latina sucedió algo similar. Todo el mundo se pavonea ahora agitando una foto de un desaparecido. Como si eso fuera suficiente para recordar – y retomar-, las banderas de aquellos tiempos. Concilio Vaticano segundo, Medellín y los curas tercermundistas, hablando de catolicismo, la revolución cubana, “Seamos realistas pidamos lo imposible” el grito del mayo francés, Franz Fanon y Rodolfo Walsh, el peronismo revolucionario, El Che asesinado en Bolivia, el país y el mundo abrazando utopías, liberando los pueblos, acabando con La explotación del hombre por el hombre. ¿Qué sabes de todo eso mi muy estimada muchachita licenciada?

Una ligera onda de indignación, y a la vez de conmiseración por eso rostro ya surcado de arrugas, recorrió la cerviz de Alejandra.

-Está bien Pujadas! ¡Soy la inexperta! No sabremos, no tendremos conciencia, pero déjeme decirle Señor. ¡Este es el mundo que nos dejaron, ésta es la sociedad donde nos condenaron a crecer y vivir! Su generación fracasó Sr. Director. Su generación sumergió al país en un baño de sangre. Y los que los vencieron pusieron los planes de estudio con que nos formaron, o nos deformaron, como prefiera. La ignorancia, no es culpa de los hijos que deben aprender, sino de los padres que no supieron – o no quisieron – enseñar-

Pujadas enmudeció. Se acercó a Ella, con lentitud y deslumbramiento. Le pareció ver en la iracunda respuesta a una de las treintañeras de otros tiempos.

Se sintió expuesto y vulnerable. Alejandra leyó una disculpa en la mirada cansada, y la aceptó cruzando los brazos y sonriendo condescendiente.

Pujadas se apoyó en el bastón de su brazo y giró hacia el ventanuco.

-¿Ve esas cúpulas, como las de la capilla Sixtina?

-Si. Hay monumentos y expresiones de arquitectura aquí que son verdaderas obras de arte.

-Así es.  Pero expresan algo más que arte. Expresan o mejor dicho reproducen en el cementerio, las diferencias sociales de la ciudad de los vivos. Es tal el empeño de nuestra cultura que impulsan hacia la eternidad las estructuras de dominación y opresión de aquí en la tierra. Tengo aquí cadáveres de fortuna y cadáveres indigentes. Elite y proletariado en el más allá-

Una ligera brisa apagó una de las velas del altar.

-Perdón la estoy aburriendo-

-No no, de ninguna manera. Tal vez nunca tengamos otra oportunidad de dialogar-

Alejandra recordó la airada negativa de Pujadas para participar de los cursos de digitalización, la plataforma de la nueva administración virtual de la que Alejandra había sido designada como capacitadora. Y deslizó un comentario al respecto para ver si ratificaba su postura. La respuesta no se hizo esperar.

-No necesito ese engendro de la CIA para enterrar gente o administrar una necrópolis-

-Un agente público no puede negarse a cumplir con una orden emanada de la superioridad. ¡Es el orden jerárquico que debe respetarse en todo trabajo colectivo Pujadas! Por otra parte, piense que pueden sancionarlo, hay un régimen disciplinario...

-Ojalá lo intenten! Un sumario me vendría de perillas. Me daría la oportunidad de, en un expediente, de ventilar todos los trapitos sucios de esta podrida administración. Ja! No se atreverán. Les conozco cada hilacha del calzón.  Tal vez no sepa el juicio que le gané a la administración anterior. Un “leading case” que sentó jurisprudencia sobre los derechos del trabajador público. Ahora se cita el caso Pujadas contra Municipalidad, contencioso administrativo en todos los cursos que dictan sindicatos de toda la provincia. Porque lo gané. Mientras peleaba estaba más solo que Pinochet el día del amigo. En fin, el logro de ese fallo es proteger… mire... justo lo tenía aquí por un trámite que debo hacer...

Pujadas se acercó al maletín que estaba junto al banco lateral de la capilla. Y extrajo una serie de papeles. Ojeó una carpeta negra, y finalmente extrajo una foja.

-Lea lo que dice esa sentencia-

Alejandra, visiblemente sorprendida de tener de primera mano un documento y el protagonista sobre el caso del que tanto se había hablado leyó en voz alta lo que Pujadas había coloreado en resaltador...

-“En consecuencia, por las razones expresadas en el voto al que adhiero, y por las anteriormente vertidas sólo a mayor abundamiento, puede concluirse que los deberes propios del empleo público, cuando -como el de decoro y discreción- son estrictamente derivados del genérico deber de lealtad (que supone fidelidad a la Constitución y a las leyes, no a persona alguna), aunque desde luego no pueden ser desplazados absolutamente, deben ceder frente a la libertad de expresión, al mesurado ejercicio de derechos políticos y al derecho a la información de la colectividad, lo que acarrea, en el supuesto de autos, la ilegitimidad de la sanción impugnada y, por ende, la procedencia del recurso.”

-Leyó bien no? ¡Nuestra lealtad es para con la Constitución y las leyes y no a persona alguna!

Alejandra musitó: -increíble! y es…

-Un fallo de la Corte Suprema. Y la mayoría lo ignora. Mire el degradante y vergonzoso clientelismo electoral conque la política corrupta manipula las necesidades de la gente y la carrera municipal; desde la recuperación de la democracia hasta nuestros días. No veo que les aguarde un buen futuro a quienes pueden ser nuestros hijos-

Al afecto paternal Alejandra decidió corresponder con un aura de respeto singular. Se adelantó, extendió su mano derecha y la apoyó sobre su maltrecha izquierda.

-Olvide la CIA, el orden, las jerarquías y su mochila de muertos. Le hago una gentil y formal invitación para que asista a mi curso-

Pujadas, inmóvil como una de las esculturas de mármol que escoltaban los pórticos de panteones, la observó desconfiado. Hasta que por fin agregó.

-Ya veo. ¿Quiero llevarse los laureles de haber domesticado al rebelde ah?

El rostro de Alejandra se ensombreció. Retiró el brazo, giró con lentitud y se dirigió a la puerta. Antes de cerrarla retirándose agregó:

-Gracias por la información para mi compañera. Y una pena su ironía. Sólo hubiera querido contar con alguien de su experiencia y conocimientos para sumar humanidad a mis cursos de digitalización-

Antes de atravesar la cancha de Mitre de regreso ya había olvidado el incidente y enfiló el Citroen hacia la zona del arco bordeando la ciudad por Soler y la ruta 6.

A la mañana siguiente, Stefa, agradecida por la gestión, le ayudaba a acomodar las sillas y los paneles de proyección. Alejandra repasaba sus papeles cuando Stefa con un codazo sutil le dijo: -Te buscan afuera-

Alejandra salió al pasillo que comunica con el Salón Blanco y vio a Pujadas firmando el ingreso.

Sonrió con la luminosidad que encantaba a su auditorio. Antes de poder decir nada Pujadas le pidió con un ademán que se acercara y le susurró al oído.

-Vengo al curso, pero no le vaya con cuentos a la CIA de todo lo de ayer eh? -

Tardaron un buen rato en dominar los accesos de risa tapándose la boca, antes de ingresar al Salón.


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