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De mar Amar Segunda Parte01-10-2021

Capítulo Primero

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Stefanía atendió con desgano el TE. Alejandra la vio fruncir el ceño y girar hacia Ella.

-Es para vos Ale-

-Quién? El Director? Decile que estoy con las entrevistas.

-No es de arriba Ale, es de afuera. Dr. Roschmann de Inca Sudamericana S.A.

-A ver dame- contestó Alejandra con mal disimulado fastidio. Pensó en otras de las relaciones de Sebastián en su mundillo de cócteles y encuentros de rondas de negocios, en las que no faltaban las que tenían el descaro de llamarla para “hacer extensiva la invitación a la señora esposa del Asesor de negocios” para el intercambio iberoamericano de Comercio exterior, y que sus aburridísimas esposas tuvieran con quien aburrirse.

-¿Si?

-Alejandra Eberhardt?

-Si-

-Licenciada Alejandra Eberhardt, de la Agencia de economía y relaciones públicas de la Municipalidad de Esperanza.?, la esposa del Dr. Angelini?

Si -Respondió Alejandra y se apresuró a agregar liberando su rutinaria bronca -Pero si es por la feria quiero aclararle que mi esposo se vincula directamente con la gremial empresaria o consulados. Esta es una oficina municipal y el gabinete tiene otros internos, así que si quisiera. . .

-No queremos comunicarnos ni con el gobierno municipal, ni con su esposo o la gremial empresaria. Queremos contactarla a Ud.-

Algo que no pudo definir Alejandra, la hizo sentirse entre confiada y expectante. No era la clásica melosa y babeante vocecita de los que la asediaban, ni tenía el acento de la mecánica y torpe autoridad de los burócratas del ámbito político.

-En que puedo serle útil Sr. . .

-Licenciado Víctor Roschmann. Encargado de negocios para América latina de Inca sudamericana.

Stefanía sonrió pensando que era uno de los propietarios de rosas y bombones que solía llamar sobre el fin de semana.

-Sí, pero. . . a que debo. . .

-Por circunstancias que le serán aclaradas oportunamente, tuvimos acceso a su tesis de grado, sobre las relaciones entre el sector privado y público y la gravitación de los recursos humanos.

Alejandra enmudeció. No sabía qué responder.

-Si no le molesta y puede tener la deferencia de atendernos, a primera hora de la tarde, nuestro agente del interior tendrá gusto de recibirla en el hall de Hotel Kassalta. En un mail que le hemos enviado, al correo electrónico conque firma la tesis en LinkedIn –y chequeamos en la Universidad-; hay unos avances de un ofrecimiento que la Corporación está dispuesta a poner a su consideración. El agente que la espera la impondría de más detalles y si está interesada en unirse a nosotros. Congratulaciones y que tenga Ud. muy buenos días.

Alejandra sintió el apagarse de la llamada como una señal similar a las que lograban levantarle la autoestima.

-Ah bueno que sonrisa! -terció Stefanía- Te espera Brad Pitt en Cancún?

-Cagate de risa. Pero daría la impresión que esto empieza a gustarme más que el cabroncito de Brad.

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Cuando Alejandra estacionó el Citroën en la playa del Kassalta, rogó porque la niñera no se molestara demasiado por cuidar a los chicos una hora más, y que pudiera regresar para cocinar a las volandas unas hamburguesas congeladas. No había clases ese día. Y debería optar cuando volviera entre tratar de hacer la limpieza en medio de las carreras y la infernal gritería de los dos pequeños y el llanto siempre inoportuno de lo preciosos mellis. O bien dejar el cachimbo de la casa y salir con los chicos al parque que rodeaba la casa quinta.

El Kassalta era un hotel relativamente nuevo en la orgullosa primera colonia agrícola, e instalado sobre la ruta frente a la esquina del primer semáforo donde comenzaba la densidad urbana de la ciudad. Hacia el este podía distinguirse el Arco de la colonización y las hileras de casas quintas y de residencia, algunas de las cuales tenían garajes más espaciosos que el departamento que alquilaban sus compañeras de oficina. Siempre le causó un poco de culpa las jaulas de pollo donde vivían familias que habían perdido la esperanza de la vivienda propia.

(Con los euros traídos de Europa), Sebastián había adquirido un terreno e iniciado una construcción digna de quien trabajaba en Comercio Exterior. Pero esto no era Europa, gastado los euros la construcción se estancó y no había recursos suficientes. Desde que el contrato de asesor de Sebastián disminuyó por los vaivenes políticos, la ordalía de gastos moviéndose de Esperanza a Santa Fe, y encuentros distantes de una provincia donde la de Alicante cabía más de 20 veces; había hecho trizas el sueño latinoamericano.

Y pensó en Stefanía. Su cárcel doméstica no le había permitido siquiera imaginar en lugares así. 

Pero cuando traspuso los portales vidriados esa tormenta inconsciente cedió paso ante la ola de incertidumbre que le provocaba enfrentar nada más ni nada menos que a un representante de la empresa que había visto por los sitios de la web y los logos de la folletería que ocasionalmente Sebastián traía de la oficina de Comercio Exterior.

Un hombre entrecano, con una amable sonrisa de abuelo de barrio pareció reconocerla por el uniforme municipal.

-Licenciada Eberhardt?- Son Luciano Icardi de Inca Sudamericana.

-Encantada.

La invitó a tomar asiento y fue breve pero determinante. Le habló con el tono impersonal del tecnócrata.

-Licenciada, las instrucciones de la gerencia regional es la de comunicarle que ha sido seleccionada para una entrevista en la ciudad de Rosario para la fecha que oportunamente se le informe.

-Verá Señor, yo la verdad bueno me siento halagada. . . pero no sé cómo. . .

-No se preocupe Ud., solo debo entregarle en mano una copia de un probable contrato tentativo. Estoy afectado a las relaciones públicas y no a la evaluación de trabajos de terceros y mucho menos de recursos humanos. Me es grato decirle que si aceptara trabajaríamos juntos. . .

Hizo una pausa y agregó cómplice como quien ya conoce sobre una decisión tomada -y creo que trabajaremos juntos. La entrevista para la que será citada la semana entrante será solo una formalidad.

Se despidió apurado, pero con cuidada cortesía.

El borrador de la copia del contrato tembló en sus manos. Lo repasó ansiosa, y se detuvo en la cifra del salario que cobraría mensualmente. Lo leyó en letras y números tantas veces como para convencerse. Miró en derredor. El hall se hallaba casi desierto. El torbellino de ideas y tensiones, de recuerdos y nostalgias, las brumas de Mar de Ajó y las mañanas en Villa Clelia, el interregno en Torrevieja, el apogeo de la turbulencia de su amante a orillas del mar y su apagarse tierra adentro. Todo cobraba sentido. Las largas jornadas en la agencia municipal, el celular vibrando a las 5 A.M., regresar a las volandas a las 14 P.M. para atender a los dos niños más grandes y los mellis, limpiar la casa, que nunca quiso dejar en manos de personal doméstico, atender las mil tareas hogareñas hasta la cena, acostar a los niños, esperar por un marido que nunca regresaba en el horario previsto y frecuentemente abrazado de stress y mal humor.

Miró el celular. Una llamada de la niñera. Miro la hora y se tomó la cabeza –Dios!, esta chica me va a  matar.

-Si? Te explico querida. Me surgió. . .

-No se preocupe Sra. Le hablo nomás para decirle que la tía Maruca vino a su casa y se va a quedar con los chicos. Los mellis duermen. Todo bien!

-Ay querida, bueno, te veo mañana. Decile a la tía que ya voy en un rato.

Atolondrada por el maremoto que la había arrancado de la agencia de economía y relaciones públicas, arrastrándola al Kassalta y golpeándola con la inusitada, inimaginable oferta profesional; se dirigió a la playa de estacionamiento a buscar el auto.

Solo entonces se percató que había olvidado el bolso y que en la adrenalina de la salida municipal solo había podido pensar en la cita, por lo que enfiló el Citroën por la calle América, y se decidió a esquivar todos los semáforos con los que tropezaría. Hacer esperar a la tía Maruca la incomodaba mucho más que hacer esperar a la niñera. Antes de llegar a la Avenida Argentina dobló en calle Perú y se dirigió en línea recta hasta cortar la Ruta Provincial Nº6. De allí giró a la izquierda y antes del semáforo de la ruta que dividía la avenida Colonizadores de la avenida Argentina, volvió a girar a la derecha y se internó hacia el Parque de la Agricultura, lo rodeó y subió nuevamente al norte para tomar Berutti hacia el oeste. Zigzagueaba pensando en la cadena de acontecimientos que precipitaría en derredor y brotó una sonrisa pensando en la cara de Seba cuando se lo comunicara. Sonrisa que no se borró cuando para esquivar el ultimo semáforo, dobló hacia al sur por la antigua y maltrecha Rivadavia hasta calle 25 de mayo, de allí bordeó toda la plaza San Martín. Los jacarandas, la torre del templo evangélico, los canteros de caléndulas y la exultante fuente de agua nunca le parecieron tan festivos. Estacionó frente al Bar Royal, y subió la escalinata de la casa municipal. Stefanía, que se había quedado haciendo horas para compensar, se sorprendió de verla regresar. Le contó a borbotones de la posibilidad laboral que no se atrevería a tomar tal vez para no arriesgar perder el trabajo municipal.

-Pero que decís, Ale? El Estatuto es claro. Cada diez años nosotros los municipales podemos tomar un año sin goce de sueldo y no perdés ni la categoría ni el cargo ni nada. Y lo interrumpís cuando quieras.

-Cierto!! No lo tenía presente Hasta mañana “Stefi”

- Hasta mañana. Ah y me contás a primera hora como festejas con el morocho la noticia jiji!!!

Ale le devolvió una sonrisa resplandeciente y se alejó a los saltitos como una adolescente.

La tía Maruca la aguardaba en la galería.

-Tía como estás no sabía que vendrías- Dante y Josefina se abalanzaron sobre la madre.

-Mami, mami, la tía dijo que podemos ir al campo ahora que es el finde, a ver los patos y los caballos, dale mami, dale!

-No sé. . . como quieras Ale, pueden venir ustedes también a buscarlos el domingo y se comen un rico asadito bajo los paraísos. . .

-Ay tía Maruca, me late que tenías todo pensado eh? Contestó Alejandra, íntimamente satisfecha de despoblar la quinta un poco para un más adecuado festejo con Sebastián cuando llegara.

-Pero claro m’hija. Descansa un poco querés. El toronjudo de tu tío Rogelio está vaciando la reserva de cerveza del Bar de Copes. Así que tiene pa’ la media tarde más o menos. Los llevamos y se vienen después ustedes con los mellis el domingo después de misa.

-Bueno si tía, y ustedes se portan bien eh!?

Siiii bieeeeeen, te quiero mami!.

-como algo y te atiendo tía.

-Los chicos ya comieron eh? Les hice puré de calabaza y le cociné unas milanesas. No quise darles esas porquerías de hamburguesas. Te hago una a vos si querés.

Para la media tarde ya habían terminado de preparar los bolsitos. La tía la había impuesto de cuanta novedad y murmullo rural recorría la campaña. Alejandra creyó prudente no mencionarle nada del ofrecimiento para conferirle a su Seba el “honor” de ser el primero en saberlo. 

Cuando despidió a los niños, saludó a su tío Rogelio, y vio los surcos de los años en la cara, los solazos interminables. La jovial Maruca abrazó a los niños que agitaron los bracitos.

Ya sola, fue hasta el dormitorio para corroborar que los mellis realmente continuaban dormidos. Desde el alumbramiento los mellis sollozaban o reían al unísono. Y cuando uno de los dos alunado o con mal sueño berreaba en la madrugada bastaba apoyarle junto a sí a su hermanito o hermanita, según el caso, para que la calma y el consuelo devolvieran la paz de los párvulos. Por lo que los acercó para que durmieran como siameses. Y se zambulló en la cocina para preparar un postre acorde a la ocasión. Trabajó como una jornalera egipcia. Preparó bocados y se esmeró en una paella valenciana para rememorar el pasado mediterráneo impregnando de romanticismo una cena de celebración. La hizo temprano para calentarla luego en el microondas y se abocó a una de las tortas que tanto agradaban a su gigante moreno. La cubrió de merengues y un baño de chocolate. Solo entonces se cultivó a sí misma. Fue estirando sobre la cama tendida distintos modelos hasta encontrar una solera roja similar a la del mítico encuentro en Mar de Ajó.

Aún renegaba con el secador de cabello cuando escuchó como estacionaba en la cochera.

Salió a su encuentro en el espacioso living.  Aunque lucía radiante, el gigante apenas se inmutó.

-Hola Ale. Hey! que pinta, ¿salida con amigas? Estás como para la entrega del Oscar.

Le dio un beso de campaña electoral y se dirigió al dormitorio -No ceno aquí pichona hay una junta en el C.I.C.A.E. y nos van a empastar a bocaditos de delivery.

-No sabía que salías, o tus amigas vienen aquí?-agregó.

Una sorda y efusiva frustración le creció por dentro, pero recuperó el control. Y dijo distante, mientras se apoyaba en el marco de la puerta del dormitorio:

-Si, hay un festejo, después te cuento. Che Seba escuchaste en tu trabajo nombrar a Inca Sudamericana o algo así?

-Uf. Nada menos. A veces aparecieron por la oficina, pero como todo holding que es más fuerte que cualquier gobierno, no nos prestan demasiada atención. Son, porque pueden darse ese lujo, autosuficientes, y cualquiera en la oficina daría cualquier cosa por contactar de forma directa a alguno de sus representantes. Pero no, inalcanzables! En estas ferias de pueblo por internacionales que pretendan ser no les interesan. Operan en embajadas en Buenos Aires, San Pablo. Y. . . por?

-No nada. . .  Que dirías si tu pichona fuera contratada como representante de estos inalcanzables?

-Si claro! –Sonrió- Y a mí me espera Julia Roberts en el CICAE porque se muere por sacarse una foto conmigo. Ja ja.

-No me crees capaz, verdad?

-Ale. Sos inteligente y muy capaz. Pero ni siquiera has podido ganar la titularidad de la agencia municipal. Más te valdría venir con nosotros. La administración y el mundillo político están llenos de mujeres que entraron a hacer carreras del brazo de sus maridos. Maridos que tenían las relaciones y capacidades suficientes como para impulsarlas. Y no es tan malo. Empezarías ordenándome el escritorio, asistirías a algunas sociales y un poco de roce y otro poco de trabajo y un buen día me podrías reemplazar en algún vuelo. Así se llega mi pichona. Vamos tómate de mi mano.

 

-Volveré temprano si puedo pichona y charlaremos tranquilos. Este finde no viajo a ningún lado.

La despidió con un beso en la frente.

Alejandra lo saludo con la mano desde el alero de la galería y regresó hasta el dormitorio de los mellis. Volvió a abrir la laptop y revisó por enésima vez su correo para corroborar que no había soñado.

Sebastián Angelini llegó tarde a la reunión. Tardó en darse en cuenta que no habían comenzado porque lo esperaban.

-Bueno atención señores. ¡Que aquí llega el campeón! Un aplauso!!

Todas las miradas del hall se centraron en él. Perplejo trató de imaginar una broma, o el olvido de un resultado futbolero.

De pronto se abrió la puerta del despacho principal y un desconocido Presidente de la institución, famoso por su parco rostro de bulldog, ahora con una radiante sonrisa, sin tan siquiera saludar al resto, se dirigió directamente hacia Sebastián y le tendió la mano:

-Felicidades Angelini. Y congratulaciones a su esposa por tan brillante logro.

-Vamos hombre cuente los detalles, no nos deje en ascuas.

Ah ha ha ha. Ya veo, una estrategia tuya eh? Cabrón. Pero claro -terció otro integrante del cónclave con guiños de complicidad- ¡Qué hijo de puta! ¡Jugaste a tu mujer!. Un as bajo la manga para poner un pie en el grupo Inca. Genial -terció otro de los concurrentes-.

-Todos valoramos a Sebastián aquí, pero la información que tengo es que los méritos académicos de su esposa llamaron la atención de los directores del grupo. Recursos humanos.

- Y como no la trajiste? -dijo el amigo más cercano que había en el Centro.

-No no. Haremos las cosas bien. Armaremos una reunión para agasajarla. . . bueno agasajarlos a los dos –corrigió el Presidente.

Sebastián no encontraba las palabras y fingía dominio de sí mismo sonriendo aquí y allá hasta que llegó al corredor que conducía a los baños. Se excusó con un ademán. –Adelante hombre vaya nomás-

Sebastián cerró la puerta del baño. Una viscosidad le subió por las vísceras. Las náuseas casi lo descomponen cuando sonó el celular con el clásico sonido de un mensaje de WhatsApp.

Lo abrió y leyó a través de la vidriada deformidad de las letras en la pantalla, por la humedad de los ojos:

-Te espero aquí corazón. Para que me arranques la solera a tirones.

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Había corrido mucha agua bajo el puente desde que abandonaron Torrevieja hasta la noche en la bucólica Esperanza cuando Alejandra le pidió celebrar su nombramiento quitándole a tirones su solera roja.

Cuando amainó la pandemia, España volvió más laxos los permisos en vuelos y en Argentina accedieron a permitir el ingreso, con los debidos controles médicos, porque hicieron pesar la nacionalidad originaria de Dante y Josefina y porque Alejandra aún conservaba una visa de turista en su romántica aventura por las playas de Torrevieja y los valles de Alicante. Para Sebastián como esposo le fue fácil también ya que nunca había perdido su ciudadanía para radicarse definitivamente en Argentina.

Muy por el contrario, a lo que en principio especuló Sebastián, el embarazo de su pichona no contribuyó a arraigar a su esposa y prole en suelo europeo para tener un “españolito”, como bromeó Alejandra cuando le dio la noticia de estar encinta mientras le embardunaba los labios con turrón de quaker.

Una de los primeros impulsos de Alejandra había sido comunicarle a su amiga de Mar de Ajó en Argentina.

From Alejandra Eberhardt

Torrevieja Alicante

To: Catalina Maidana

Mar de Ajó  Argentina

Querida Cata,

Amiga mía, hermana del alma!! Tengo que darte un notición…

Estoy embarazada!!!

Después de 20 días de atraso me decidí a comprar el test para confirmarlo y dio recontra positivo  jaja Ya se lo he dicho a Seba pero aun no a los niños, me da un poco de temor y de culpa en cómo lo tomarán sabiendo que no terminan de procesar todo lo sucedido con José, la separación repentina, más la aparición de un extraño en sus vidas… por más que se lleven muy bien con Sebastián yo noto la distancia o la actitud de alerta que tienen en ciertas ocasiones,  en Dante sobre todo..

Tu cómo llevas tu embarazo?? El mes que viene tenías fecha de parto, no??

Lamento tanto no poder estar ahí contigo amiga!! Saldríamos juntas a comprar lo necesario para armar el nido y la llegada de Francisco al mundo. Mis niños y los tuyos se acompañarían en este proceso de aceptar la llegada de un hermanito a sus vidas… sería tan hermoso!!

Cuanto te extraño y te necesito amiga!!

Ni bien se retire un poco esta pandemia y se levanten las restricciones volveré a Argentina, aun no lo hable con Seba, pues no sé si son las hormonas del embarazo o qué pero estoy con una especie de melancolía… aunque estoy muy bien acá, terminando de estudiar y ayudando en la parte de redacción en el trabajo de Seba, extraño mi patria, mi gente… y no quisiera que mis hijos crezcan ajenos a ello…

Espero un mail tuyo Cata! Cuéntame cómo está todo por allá? Ya tienes todo listo para la llegada de mi ahijado? si es que sigue en pie tu propuesta, te prometo que cumpliré con mucho gusto mi rol de Madrina!!!

Abrazo hermana!!

La respuesta no se hizo esperar. El lazo rojo de ambas atravesaba el océano y la vida adolescente, los primeros escarceos amorosos, las complicidades de juventud y las cotidianas tragedias de la vida; que renacían en los correos.

From Catalina Maidana

Mar de Ajó  Buenos Aires

To

Alejandra Eberhardt

Torrevieja Alicante

Alejandra!! Sos una copiona!!jaja mmmm lo buscaron o sólo llegó? Jaja debe ser producto del encierro… no te imaginas la cantidad de embarazadas que hay acá!

Justo esta semana vi en el noticiero que hacían una estadística sobre ello y sacaban diferentes conclusiones producto del encierro,  como ser la violencia doméstica y ni hablar del estrés con el tema de la escuela en casa… nos afectó a todos aunque no estemos del todo conscientes de ello, será difícil revertir estos daños psicológicos en los niños sobre todo y ni hablar del daño en el aprendizaje, yo como maestra me dan ganas de llorar y los padres que no hacen otra cosa que quejarse y echarnos la culpa al personal docente… indignante y angustiante…

También te extraño un montón amiga! No sabes cuanta falta me haces aquí!!

Te cuento que me adelantan la fecha de parto para la semana que viene aparentemente porque en el último control vieron un poco alta mi presión arterial y mucha retención de líquido, estoy que no doy más!! Seguramente me hagan cesárea amiga!! Tengo bastante miedito al respecto..

Los niños y Juan Manuel están tan asustados como yo pero me acompañan muy bien y me ayudan bastante! No sabes lo atento que se ha puesto mi esposo conmigo… la pronta llegada de Francisco lo enterneció de una manera que me ha sorprendido amiga mía y en buena hora!!! Pues recuerdas que al principio del embarazo las cosas eran muy diferentes y gracias a Dios y a la Virgen todo fue acomodándose… recibimos mucha ayuda y solidaridad de nuestras familias… y es muy reconfortante eso…

Te mantengo al tanto y sé que estaremos juntas muy pronto!!  Pues desearía que conocieras a tu ahijado antes del bautismo por lo menos jajaja

Abrazo hermana!!

Cata.

El mail de Cata despertó el animalito que comenzó a roer la memoria salina de Mar de Ajó, el asado del domingo, el turrón de quaker y las tortas alemanas con el mate.

Las restricciones y el forzado asilamiento, concentraron la intimidad de la pareja que desde el primer día en Torrevieja comenzaron la alucinante aventura de escribir una novela de sus vidas desde que se conocieron. La redacción y los debates sobre su narrativa y nervaduras, fueron paralelas al embarazo de Alejandra. Y ambas gestaciones alimentaron una llameante tormenta de amor que no se apagaba ni con la inminencia del alumbramiento.

-Hasta cuándo podremos hacerlo-

-Hasta que me llamen a entrar a la sala de partos- respondía bañada en el sudor salino de la pasión mediterránea.

Pronto una ecografía les anunció que eran mellizos y de distinto sexo.

Fue siempre un misterio familiar que atravesaría las generaciones saber por qué bautizaron a los “mellis” nacidos en plena pandemia de la soleada Alicante, con los nombres de Raúl y Marina.

Pero Alejandra a poco andar le fue dejando en claro a su gigante de mirada verde que los mellis no crecerían en suelo español. Marina y Raúl serían tan argentinos como Dante y Josefina. Sebastián, consciente que su pichona era tan determinada en sus decisiones como entregada en sus pasiones, solo atinó a exponer, cada vez que se tocaba el tema, sobre el mantel de la sobremesa de las fondas de los viernes, pisando las arenas de playa del cura o enredados en las empapadas sábanas de Ale, las dificultades y azarosas incertidumbres de un regreso a poco andar.

Con una lógica de hierro, tan inexorable como el propio avance del embarazo, Alejandra demolía una a una las objeciones de Sebastián para demorar la idea del regreso.

Mar de Ajó, constituía un territorio vedado, por la ruidosa ruptura del matrimonio, la complicación de su ex con las sombras de la dictadura, y porque la inserción en una ciudad que dependía del turismo no daba perspectivas alentadoras para “empezar de nuevo”. La Plata o Buenos Aires requería del nexo político que Sebastián quería dejar atrás para evitar los inevitables compromisos personales y políticos.

Cuando Sebastián creyó tener cercada a su presa, Ale contraatacó con una propuesta inesperada:

-Sé adónde iremos!-

-¿Ah sí?

-A Esperanza-

-¿A dónde?

-A Esperanza, en la provincia de Santa Fe, unos 500 kilómetros al norte, de Buenos Aires-

-Y se puede saber si figura en el mapa ese pueblito?

-Es ciudad, chica, pero ciudad. La primera colonia agrícola del país-

Sebastián la miró azorado. Con un arco de la cejas le inquirió -“y vos pensás que yo voy a ir a un pueblito perdido en la pampa? ¿A hacer qué?”-

-Me escribió la tía Maruca. La tía Maruca Eberhardt. Nos ofrece una gran ayuda. Yo puedo trabajar con el tiempo en un banco o una oficina de administración pública. La tía tiene influencias para meterme en algún lugar de esos. La conozco bien, se saldrá con la suya-

-Ajá? Y yo que haré? Ah! me mandará a ordeñar un tambo o plantar soja en algunas de sus muy bien multiplicadas hectáreas.

-Ay Seba. Los abogados son como las hormigas. En todas partes del mundo consiguen de comer. Y la tía también puede ayudar. Allá veremos amor.

Alejandra giró trabajosamente su mochila de mellizos para echarle los brazos al cuello. Sus arrebatos de enojo y de alzado tono de voz, que combinaba con el súbito gesto cariñoso -cuando no el desembozado abordaje erótico- rendían al gigante moreno.

Mirá, escuchá, lo que me dice en la carta, la última. Esperanza es una ciudad apacible, un paraíso, sin las violencias e inseguridades de las grandes ciudades, próspera, hay trabajo hasta en las peores épocas de crisis, tiene industrias y comercios. Escuchá, leé lo que sigue

Che Ale, mirá que yo tengo una casaquinta en el Arco, al pedo como pantalón de cura. Venite que yo te consigo trabajo y te vas a vivir vos, el cabrón de marido que conseguiste, los chicos y los mellis que quiero conocer!¡ Alejandrita que lindo!

El lugar es el más lindo de Esperanza, cerca del Arco, y la casita está medio abandonada porque nunca la quise alquilar solo para alguna fiesta en el verano. Pero no costará mucho acomodarla un poco. Será todo un milagro ver un abogado poniendo el lomo, pero; ¡que corte el pasto el Dr. qué carajo!

-Hagamos lo mismo que me propusiste para traerme a España. Nos tomamos unas vacaciones en Argentina, en la Esperanza de tía Maruca y allá hacemos el balance- Le dijo apoyándole la boca de fresa en el cuello.

-Vale!- suspiró resignado Sebastián. 

Alejandra, consciente de su triunfo, olvidó la carga de mellizos, y se entregó a fulgurantes pasiones nocturnas, tratando no tanto de saciar la voracidad ventral de su gigante moreno como de ahogar en la lujuria desenfrenada las dudas e incertidumbres que lo abrumaban.

Como lo prometió, Alejandra lo recibía a toda hora y hasta a pocas jornadas del parto. Lo envolvía con la poderosa tenaza de sus muslos, y le susurraba una oración de esperanza cuando yacían abatidos por el volcán de sus orgasmos.

Finalmente nacieron los mellizos. La bienvenida alegró la casa y el vecindario donde se dieron cita compañeros de trabajo y vecinos ignorando las restricciones, para tener el privilegio de ver a los melli de la argentina. La casa se llenó de amor y regalos, de charlas de noctámbulos, de llantos a toda hora. Fue cuando descubrieron en aquellos días, que bastaba acercar a los mellizos para que los cólicos, o malestares propios de los bebés de días, desaparecieran como por encanto.

Hasta Gus, se llenó de empatía para acudir a visitas frecuentes a departir con los amigos del otro continente. Solía caer con vinos que hacían la delicia de Sebastián y flores para Alejandra. Los ayudó con los trámites del regreso y olvidó su vago resentimiento por la pérdida de una de sus mejores espadas de periodismo.

Cuando llegó del momento de partir Gus les obsequió los pasajes para todo el grupo familiar en primera, de modo que Alejandra pudiera ocuparse de todos con mayor comodidad. La despedida aquella noche valenciana no sería la última nostalgia de Sebastián. Alejandra intuyó ese desgarramiento interior y lo abrazó, le tatuó la piel de manos y labios, con tanto esmero que el gigante olvidó toda reserva, toda angustia y la última noche de plenilunio con el Mediterráneo de testigo le musitó al oído:

-Está bien, volvemos, pero yo elegiré los padrinos de Raúl y vos los de Marina. Y no me preguntes por qué. ¿Vale?

-Vale corazón-


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