El tiempo en Esperanza
Sebastián se impone la obligación de mantener nuevamente un fluido correo transatlántico para poder responder a cada uno de los afectos
Ariel le escribe a Sebastián por su pasión por Clara
From
Ariel Ingaramo
To:
Sebastián Angelini
Torrevieja
Hola cumpa, hermano, amigo, valioso compañero
Con cuantos adjetivos podría hacerte llegar lo que debo decirte. Porque es deber de hombres y honor de militantes decir la verdad en momentos así y en cuestiones tan delicadas. Creo que está naciendo entre tu ex esposa y yo un sentimiento, que estimo está influido por la pasión de nuestros ideales y nuestra causa.
<Todo parece indicar que hace rato terminó todo entre ustedes y que solo quedó el pasado de los hijos en común y el lazo de un compromiso político que es el nuestro. Y sé que este no es el modo de comunicarlo. Que tendríamos que habernos encontrado para charlarlo cara a cara. Pero partiste de improviso cumpa. Y espero que a tu regreso podamos sentarnos a tomar un café.
Quien fue la compañera de un compañero no es justamente en quien debería detener la mirada –al menos que hubiera caído en la lucha, porque en ese caso habría que sumar una obligación moral-ideológica-
Y necesitaba escribirte para que sepas de primera mano lo que nos sucede.
Aguardo a regreses, ojalá podamos seguir en este compromiso de lucha juntos cumpa
Un fuerte abrazo argentino a través del mar
Ariel
La respuesta no se hizo esperar. Ingaramo la vio ingresar en su bandeja de entradas en la misma jornada.
From
Sebastián Angelini
Torrevieja
To
Ariel Ingaramo
Mar de Ajó
Hola cumpa. Espero que vos y los tuyos estén bien.
Voy a ir al grano.
Dices que es difícil para vos cumpa decirme. Vaya si lo es para mí también, decir –escribirte- lo que debo decirte.
En primer lugar yo estoy en el franco camino de construir un relación sólida con una argentina que conocí tiempo atrás. Por Clara solo siento el deseo para que le suceda lo mejor. Y claro que lo mejor sería un hombre como vos cumpa. Si siente algo por ella, Vale hombre que sean felices. Sería el primero en brindar.
Pero íntimamente sé, porque la conozco, que lejos de estar en el plan de reconstruir su vida, está en el de dar rienda suelta a sus resentimientos, a sus viejos odios que no pude descifrar en media vida juntos. No sé si está enojada con sus padres desaparecidos y eso la hizo caer en un síndrome de abandono que le impidió ser una mujer íntegramente entregada a vivir su propia vida en plenitud, o si el engaño-del que me hago cargo-es el responsable de tanto dolor e interno que la llevaba a perder los estribos y sembrar el desencuentro el conflicto y todo el quilombo como decimos todos nosotros, los argentinos, cuando hablamos de un follón de padre y señor mío!
Y no sabés cuanto me cuesta mi querido compañero, justamente a vos tener que hacerte estas advertencias, aún a sabiendas que lo de ustedes ya esté lo suficientemente avanzado como para que tenga que haberme tragado estas palabras.
Pero cuál es el deber del amigo? Callar? Ver que un cumpa íntegro, cegado por el amor pueda ver una ficción, un espejismo? Apostaré a que no. A que lo impensable sucedió y Clara cambió, o sos el hombre que pudo hacerla cambiar y te hará realmente feliz. Nunca he tenido suerte en el juego. Espero que esta vez sí.
Un fuerte abrazo y ojalá podamos vernos personalmente cuando regrese a Argentina.
Taborda había sido enviado a informar al fiscal que los citados como empleados (entre ellos estaba Madero) habían renunciado a la empresa y no podían por tanto citarlo a declarar.
La larga baranda lustrada de la fiscalía parecía disminuida detrás de la maciza y obesa figura de Taborda, que lucía prolijísimo traje, hecho a medida para envolver su tremenda humanidad. Aunque hablaba breve y lacónico, sus tremendos bigotazos cuasi pelirrojos, sus sempiternos anteojos oscuros, parecían moverse con el compás intimidante del porte de su presencia.
El fiscal lo observó con poca gana de presentar batalla a su grotesca presencia.
-Verá Dr., de la nómina de personas citadas a este Juzgado, le ruego me disculpe por el uso del término, ha lisa y llanamente desaparecido. Cómo Jefe de Personal de la empresa debo hacerme presente para informar que la institución de la que tengo que representar en este acto, que de esa nómina están los gerentes generales. El personal subordinado ha renunciado, otros fueron despedidos, en fin cuestiones propias del dinamismo propio de las empresas.
-Sr. Taborda accedí a recibirlo porque Ud., venía con una alta recomendación que esperábamos arrojara luz sobre la larga investigación que venimos realizando y no para que se entorpezca la misma. . .
-Con el debido respeto Señoría, Ud. se equivoca. Aquellos años duros no fueron fáciles créame. Lo que no significa que toleraremos la comisión de delitos por parte de personal dependiente de nuestra empresa. Solo me limito a decirle que ya no dependen de nosotros las personas citadas aquí en el oficio-
-Pero hasta hace poco estaban. . .
-Hasta hace poco si, uno que otro puede ser. . .pero como le digo. Nuestra empresa-sonriendo como en pocas oportunidades lo hacía- es un semillero de cuadros, gerentes, vendedores, que se forman allí, un verdadero semillero que es aprovechado por otras empresas y desaparecen de la noche a la mañana seducidos por nuevas ofertas, y probablemente mejores, y se van a veces sin decir adonde, ni con quienes, incluyendo en el exterior-
El fiscal estuvo a punto de retrucar-y vos nunca calificaste para nadie, porque a lo mejor ya tienen quien limpie la mierda en otras partes, o lo hacés demasiado bien en ésta y no pueden darse el lujo de perderte pagándote más que a un ingeniero de planta-
Con una distancia propia del procedimiento de otros tiempos Taborda se limitó a dejar una foja de papelerío y se retiró sin saludar.
El fiscal se mordió las palabras. Su ayudante se levantó de la silla donde estuvo todo el tiempo escuchando.
-Conozco a la gente de esta calaña. No me extrañaría que tropecemos ahora con un accidente raro en la panamericana, un atorado de falopa en un quilombo de mala muerte…
-Ya! Pará un poco Ernesto.
- A estos tipos los limpiaron, o los escondieron, o los ascendieron, los mandan afuera un tiempo a alguna filial extranjera “ascendidos”
-El de Mar de Ajó? Ese vivía por aquí nomás.
-Ya me informaron discretamente que se separó. Largó la esposa y se mandó a mudar vaya uno a saber dónde. Y la que era la esposa, hasta los de Taborda la siguieron. Pero anda en otra cosa. No está en esos chanchullos del pasado ni tampoco es activista progresista. Anda enredada con un periodista de España que vino a declarar en los juicios nada más, Ya lo tenemos todo chequeado. Salvo citarla a Ella . . .
-Si no sabe nada, y con la historia de su divorcio, y enredada me decís con un testigo de los juicios que viene a declarar como damnificado, los abogados de la defensa y esa monstruo de empresa nos destrozarían, y la prensa amarilla se hace un picnic con nosotros. No no dejá todo como está y sigamos con lo que tenemos
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Hola Ma. Cómo estás. Mirá sé que esto deberíamos charlarlo personalmente pero prefiero un mail antes de vernos. Estoy embarazada ma. Y estoy recontenta. Lo del Juani conmigo es hermoso. Ya habrá tiempo para terminar la escuela y todo eso. Con él tenemos muchos proyectos. No se me ocurre mejor lugar para vivir que Mar de ajó. Aquí imagínate pienso llevar a mi bebe algún día a correr por la playa. Con el Juani, que los padres lo ayudan vamos a alquilar. Sé que te parecerá apresurado todo, pero yo lo quiero y vas a ver que buen pibe es. Dale Che, dale, venite a casa un día de estos y charlamos
Beso Ma.
Erni.
En un correo tan breve como el enviado a su madre le informa a Sebastián que su hijo será argentino y solo irá a España de vacaciones a conocer a su abuelo si algún día pudiera.
Del otro lado del Atlántico, desde hacía varias semanas atrás, el invierno hacía su triunfal desembarco en la península Ibérica. Sebastián calentó el café, cerró las ventanas obturando el ventoso frío mediterráneo, y se sentó frente a la computadora. Había concluido el informe de etarras y montos con la misma pasión con que ahora, desahogado de responsabilidades solo quedaba abordar la hora del regreso para ir en busca de Alejandra. Con las pulsaciones a punto de afectarle la respiración, abrió el dique de las palabras:
From
Sebastián Angelini
To
Alejandra Eberhardt
Mi querida Ale, mi amada pichona! Ardía de deseos de ponerme a escribir este mail. Ya terminé mi trabajo aquí. Y sabés que?, ya estoy por salir en el primer vuelo que reserve para Argentina. Por Dios entregue el trabajo, y aunque a regañadientes, Gus se vio obligado a corresponderme el favor fuera de lo que eran mis obligaciones, accediendo a lo de traerte a Torrevieja con los niños y hacerte un lugar laboral haciendo valer sus influencias. Si si si y si mi pichona, m i cenicienta del sur. Amor de mi vida, todo va saliendo como a pedir de boca. Por amor de Dios Ale, aquí en este invierno no podré correrte en la playa y te abrigaré bajo las frazadas de pieles, con un leño ardiendo en el hogar y mirando a través de los vidrios como la luna se refleja en el mar! Te amaré hasta que me mates de extenuación y locura. Estoy lagrimeando como chico malcriado. >Malcriado por tu cuerpecito de sirena trémula, ya te confirmo vuelo y llegada a Mar de Ajó y me despido con este poema que te escribí, poniendo en reverso uno de Pablo, ese chileno genial y que te llevare de puño y letra en persona:
Puedo escribir los versos más felices esta noche
Decir, que su amor por mí no ha muerto
Y un solo temor sobrevuela, cuando el sol provoque,
Con su fuego el despertar, y descubra que no es cierto.
Alejandra responde a Sebastián:
Querido Seba
Me alegró tanto ver un mail tuyo en mi bandeja de entrada!
Te cuento que por aquí las cosas no cambiaron mucho, para variar José no dio señales pero sus abogados tienen todo cocinado según me dijo mi abogada que es quien trata con ellos. Ya firmé un par de papeles y sólo faltaría que salgan las sentencias judiciales.
Estoy ansiosa de irme contigo, unas vacaciones me vendrían muy bien a mí y a los niños, y tú te darás el gusto de mostrarme tu mundo allí jajaja Aquí en el trabajo no logro concentrarme, siento una energía diferente, me miran y tratan diferente... después de mi separación y de hacerse publica la causa que involucra a la automotriz donde trabaja José, me he sentido una oveja negra en esta ciudad, mi tan querida Mar de Ajó… nos hará bien cambiar de aire.
Mis padres llaman seguido y ofrecen ayuda con los niños y Cata, mi hermana del alma, incondicional siempre a pesar de su embarazo. He hablado con ellos y algo les adelante, les dije que iba a sacar unas vacaciones largas en el trabajo, que necesitaba resetearme, tomarme un tiempo para ver cómo seguir con mi vida y decidir lo mejor para mí y para mis niños. También les dije que no se preocuparan, que no estaría sola y que muy pronto te conocerían seguramente.
Hay una cosita que no me quedó clara en tu mail… tienes una cenicienta en cada punto cardinal del planeta? Ja jajá
Te Extraño.
Tu cenicienta del sur.
Sebastián no pudo evitar sonreír
Durante unas semanas Sebastián se dedicó a planificar su definitivo viaje para buscar a Alejandra. Por unos días la tensión por las consecuencias jurídicas de sus declaraciones como la de tantos testigos en la causa ante los estrados judiciales, desapareció de su mente. Bien podría quedar allí su aporte y retirarse. Pero debía ante Ariel y la gente de las organizaciones dar una respuesta. Y sabía que diría que no. Que a poco de recalar en Mar de Ajó, volvería a España. Alejandra ocupaba ahora todo el universo de sus emociones, de la motivación fundamental en la reconstrucción de su vida. Cavilaba sobre estas cuestiones, caminando por las pintorescas calles de Torrevieja. Una noche se descubrió a sí mismo caminando por la luminosa Ramón y Cajal muy cerca de la azulina línea del mediterráneo. Y se detuvo frente al “Mesón de la Costa”. Recordó cuando Gustavo lo contactó con una editora que se había impresionado un tanto con sus cuentos y poesías y se dieron cita en ese restaurante. El aromado vino, y los mariscos humeantes de salsas valencianas, lo arrojaron a la fantasía de verse ingresando allí de la mano de Alejandra para pasar una velada inolvidable. Las fuerzas de la memoria lo llevaban a contrastar la pulcra gastronomía de las fondas valencianas con los comedores populares de las barriadas de Rafael Calzada y el conurbano donde su madre, enseñaba la catequesis de los padres tercermundistas según las remembranzas de Ariel Ingaramo. Pero no, el no regresaría a continuar con la lucha y el trabajo de los “cumpas”. Avergonzado de su cerril egoísmo, se cerró en la convicción de que no arrastraría a Alejandra al marasmo de las luchas intestinas de su país. Intuía que el abrupto cambio ideológico de Alejandra respondía más al amor que le tenía, que a una madurada convicción. Su evolución, aunque notable, descubriendo un mundo pasado, ignorado, sumergida en el matrimonio convencional, la rutina asfixiante de su trabajo en el banco y la exigencia solitaria de sus tareas hogareñas y de niños; había abierto la puerta de impulsar sus secretas motivaciones.
Mucho más difícil le resultaba el frente familiar. Una de las noches en que se encontraba cerrando unas redacciones cuando vio la entrada de un mensaje de Ernestina. Lo leyó con relativa ansiedad. Pero comprendió su decisión de quedarse con las orgas y en su país.
Aún angustiado por el obstinado silencio y lejanía de su hijo Juan Manuel, concentró todas las energías en el regreso y la preparación de la búsqueda de Alejandra en Argentina para traerla a Torrevieja. Como un huracán, los hechos se sucedieron en cascada acelerada. Cuando acordó estaba en Argentina. Escribió un par de redacciones de rutina en el complejo de cabañas. Finalmente con el propósito de ultimar detalles hizo una cita con Alejandra. Esta vez no fue en una de las míticas cabañas. Sino en un departamento de los clásicos que se alquilaban en temporada turística y que Alejandra solía administrar por encargo de la propietaria, una de sus tías del interior.
Fue el último encuentro de Alejandra y Sebastián en Argentina antes de irse definitivamente a España.
Se acercó a su oído como cuando le repasaba la nuca con el pétalo de la rosa y le murmuró
-Voy a la cocina, que no creo haber olvidado en España como se ceba el mate, si?
Encendió la cocina y llenó una pava de agua cerrando la tapa. No reparó que era una caldera silbadora, como la llamaban en España.
Alejandra, con el paso felino, ganó su espalda para ofrecerle ayuda,- a ver que te alcanzo yerba y azúcar galleguito torpe. . .- y soltó su risita provocadora. La cocina era una kitchenette de departamento estrecha, poblada de enseres, y muebles que oficiaban como el perfecto pasadizo concupiscente.
Seba abrió la hornalla al máximo de modo de tener agua caliente rápido para invitarla a una mateada en el dormitorio.
Se rozaron cuando ambos fueron por la lata de galletitas. Se miraron. Sebastián depositó, un poco trémulo, el mate y la bombilla en la mesada de acero. Y le tomó el rostro con las manazas que la cubrieron de las mejillas a las cervicales. Clavándole la mirada, como el lagarto verde, que hipnotiza a una pichona de tórtolos. La besó, como cuidando que los finos labios no se movieran de lugar, para luego absorberla como el tiburón que engulle al impávido cardumen de calamares. Alejandra despojada de la respiración solo atinó a cruzar los brazos en el cuello del amante, consciente ya, que no podría ni quería detener al predador insaciable.
La lata de galletitas rodó al pisó. Sebastián la apartó con controlada violencia. Las manos veloces, y sincronizadas, tomaban la cintura, se hundían por debajo del elástico del jogging y se aferraban a las nalgas de Alejandra, como el náufrago a la madera del salvavidas.
Alejandra colgando de su cuello, se rindió sin reservas al insoportable suplicio de placer que se aceleraba como los pasos de una enloquecida danza. Los brazos del atleta la izaban y agitaban como la hiena que sacude entre sus mandíbulas a la presa agonizante.
Con un nuevo movimiento Sebastián levantó el suéter de Alejandra hasta descubrirle el busto y apretujarlo en el cuello. Por una fracción de segundo, el relámpago verde de su mirada se fijó en la fruta carnosa y los engulló como el niño travieso que hurta la mermelada a escondidas. Nuevamente Alejandra cerró los ojos, y gimió, Ay Seba Ay Seba. El santo y seña que el conspirador y amante reconocía como la confirmación que estaba haciendo las cosas para acabar en victoria un combate despiadado.
Fue retirando las prendas que cedían y forzando a desgarrar las que se resistían, se arrodilló y se bebió desde los muslos cuantos abismos iban descubriendo en su travesía. Se incorporó de golpe.
Acariciando su entrepierna frenéticamente, con los manos y dedos, como el pianista que ataca un solo sostenido y vibrante. De pronto se irguió en toda su estatura, cruzó las manos en diagonal tomando los hombros de su amante y la giró sobre su eje con ajustada violencia tomándola desde atrás ahora y sujetándola como el felino que ha clavado la dentellada final en la cerviz de su presa.
Fue entonces cuando el hervor del agua comenzó a hacer silbar, con un tono cada vez más agudo, a la pava.
Sebastián desencadenó su amalgamada energía de fuerza contenida y genuino amor incondicional, devorándola ahora, sintiéndola inerme, expuesta, fatalmente rendida a sus caprichos, a su espada de cruzado, a sus mordeduras, a sus manos de corsario. Como un volante del Barsa, su pie izquierdo se apoyó en la cara interna de los de >Alejandra y con una suave pero indetenible presión separó sus piernas. Ella sintió que solo la apoyaba en el suelo los dedos de los pies, izada como la bandera de un triunfante pirata. La batería de cocina en el mueble por debajo de la mesada comenzó a danzar con el estrépito de una película de fenómenos paranormales.
Los cestos, un escobillón, las copas del secador cedieron al sismo que parecía desquiciar el diminuto recinto.
Tomada por la espalda, Alejandra se descubrió como inmovilizada prisionera de un antiguo tormento, se abandonó a su amante y un pensamiento que estuvo a punto de exteriorizarse en fonemas, le recorrió el pensamiento, Oh por Dios Seba no te detengas, no te vayas nunca de dentro de mí. . .
El silbido ahora se acompañaba de un vapor de sauna que empañaba el vidrio de la ventana donde rítmicamente se estrellaban las mejillas y el cabello de Alejandra.
Sebastián estiraba el brazo derecho tratando de alcanzar la pava para retirarla de la hornalla, pero no alcanzaba a ella. Arremetió el desenlace final con una cadencia que se aceleró geométricamente como si con cada embestida pudiera hacer callar el silbido que le horadaba los tímpanos.
Furioso y gratificado de haber vaciado hasta la última gota de deseo, dio paz a su presa dejando que volviera al nivel del piso, con lentitud y cuidado.
Alejandra se apoyó en la mesada. Y él retirándose con la agitación de la respiración entrecortada tomó la pava de la manija mirando como si esperara del artefacto una disculpa y la arrojó sobre una hornalla apagada.
Alejandra sofocaba como podía su tentación de risas, mientras recuperaba la respiración y recomponía las ruinas de su vestuario.
El, ya repuesto de su odio por el inventor de los calderos silbadores, musitó:
- Pava de mierda; ¡has despertado al vecindario.