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De mar Amar23-07-2021

Capítulo Duodécimo

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Gustavo convocó de urgencia a Sebastián. Los márgenes de negociación con su jefe y amigo eran las de una cornisa.

From

Sebastián Angelini

To.

Alejandra Eberhard

Mar de Ajó                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

Querida Alejandra

 No quise decírtelo antes, no sabía cómo decírtelo. Pero en España me necesitan. Gustavo ha enganchado un trabajo que solo se puedo hacer yo y la semana entrante estoy volando a Torrevieja.                               

  Este mismo finde me voy para Mar de Ajó. Necesito verte. Volveré, volveré por ti mi pichona para llevarte conmigo pero necesito verte antes. Antes del maldito vuelo que me dejará en España. En la cabaña como sea. Contarte al oído todo lo que significó este pasaje horrible por el infierno en los juicios a militares. Ver ahí a esos tipos que secuestraron, torturaron y asesinaron. Que vacío de amor está el mundo. Por eso eres tan importante. Ese pedazo de luz, de vida, de amor sin reservas. Estaba presente en las audiencias. Y me decía olvídate de los heridos, de los arrojados al mar, de tu madre arrastrada a los autos del ejército como relató la vecina, solo pensá en tu pichona, en tu Ale que espera en las cabañas. Y me lo decía, y me lo decía una y otra vez.

Allá te espero, Allá voy a quererte. No será una despedida. Será un chau y ya vuelvo, creeme que debemos volver a vernos para planear como estar juntos para siempre. Allá nos vemos

Beso Enorme abrazo pichona hermosa

Seba.

Como si temiera toda respuesta posible cerró la laptop por varios días y no se molestó siquiera en responder. Aterrado y solitario viajo hasta Mar de Ajó luego de renovar el alquiler de la cabaña. Estrujaría al máximo el dulce presupuesto en euros del cabrón de su amigo, de la orgullosa Torrevieja y sus mieles europeas que poco comprenderían de la sudamericana pasión de las cabañas y del soleado barrio Villa Clelia.

Llegó de noche y no resistió visitar la playa del juramento. Caminó sin descanso. Se quitó los zapatos y hundió los pies descalzos en la arena tibia.

Cuando interrumpió su letargo y abrió la casilla de correos vio de inmediato el mensaje que esperaba sin sospechar siquiera su contenido.

 

Querido Seba...

Cuánto desearía poder estar conversando con vos en vez de estar escribiendo este mail.

José se fue de casa! Así como lo te lo digo, literalmente dejó una nota y se fue...

Sé que esto nos libera hacia un camino juntos y que debería regocijarme de alegría pero te soy sincera… no es lo que estoy sintiendo… pensé mucho en mis niños, Dante y Josefina… no sé cómo hacer para explicarles que su papá se fue dejando una nota nada más, no hemos hablado sobre los arreglos de divorcio ni de visitas y me queda en duda si no descubrió lo nuestro y en vez de enfrentarnos sólo se fue… sólo pienso en lo desgarrador que será para ellos que sus padres se separen en estos términos..

Me doy cuenta que fui egoísta mi querido Sebastián! No pensé, sólo me dejé llevar por la pasión reprimida, por esa necesidad de esperanzas impulsada por mi infelicidad en el hogar y la rutina agobiante que opacaba el deseo de sentirme mujer… y en mi afán de sentirme viva otra vez, al cruzarme contigo sólo me aferre a lo que estábamos construyendo y me olvidé de mi responsabilidad como madre y esposa… Debí haber resuelto esto antes!! qué mierda estaba esperando??  Te confieso que al principio llegué a dudar de a quien quería en realidad.

Hoy me doy cuenta que nunca fui feliz con José y que él jamás será como tú... Soy más que feliz contigo corazón!  Somos como un equipo, un complemento perfecto! Tú me enseñas mucho desde tu experiencia y tu corazón de lucha sediento de justicia e ideales nobles y yo te hago reflexionar bajando todo eso a tierra pero con la mirada en el cielo, como dos idealistas que trabajan para ordenar el desorden de la realidad hacia la armonía de lo ideal…

Vuelvo a afirmar mi decisión de sumarme en tu camino, sé que soy algo inexperta y que temes que no sepa bien en qué me estoy metiendo pero confío en que me cuidarás y respetaré los límites que me pongas… pero lamentablemente el no haber resuelto antes mi situación personal conlleva a que hoy deba ocuparme de ello con toda la complicación que eso implica entre abogados, psicólogos y demás cosas que ni quiero pensar… y mi única preocupación en todo esto son mis niños...

Pensaba que quizás podrían conocerte mientras dure ese proceso… es algo que me gustaría mucho aunque quiero dejarte claro que hoy son ellos mi prioridad!!

Espero sepas entender… con sólo un abrazo tuyo me estarías contestando lo que necesito saber en este momento…

Con amor!

Tu Ale.

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Ni Sebastián contestó el mail refiriéndose a la separación ni Alejandra creyó necesario abundar. Solo se citaron en la mítica cabaña.

No se dijeron nada. Se bebieron la mirada con un deseo irrefrenable proporcional a la angustia de la temporal separación, pese a la confirmación del pronto regreso. Simplemente se abrazaron con el mismo huracán de sonidos en la respiración y en el roce de la piel de manos y rostro, regurgitando los pensamientos más entregados, las caricias más atolondradas. Se separaron mirándose como desconocidos. Ella clavó sus faros de olivar maduro en la planicie de la verde estepa de los ojos de él. Como si lo hubiesen ensayado durante semanas Ella tomo el poema prolijamente anudado en un cordón de cáñamo. Mientras descorría el nudo, bajo el umbral del alero, el deslizó el pimpollo de la rosa por el arco de su cuello.

Ella se sacudió con el cosquilleo, soltó una risita cómplice y guardó el pergamino entre los pliegues del escote.

Y sin decirse nada comprendieron el impulso. Sebastián había preparado en el menú de Alicante lo más sofisticado de frutos de mar que pudo conseguir en Mar de Ajó. Un fragante vino presidía la mesa. Sin embargo tomó la mano de la menuda Alejandra y el gigante se dejó arrastrar hacia las arenosas calles. Corrieron hacia la playa. Corrieron como borrachos, como niños, riendo locamente, con la felicidad de los locos. Pronto la soledad de la playa nocturna y el monótono rugir de la pleamar los envolvió en el misterio de las costas continentales. Las sombras chinescas de sus cuerpos adheridos, rodaron por la arena. Se mordieron como rivales, como amantes enconados, como los rayos de sol que perforan nubes tras la tormenta.

Él le balbuceaba. – ya hable en Torrevieja, es solo un tiempo breve y volveré a buscarte. Todo está bien pichona vendré a buscarte para que veas el mediterráneo. Y entonces veremos si nos quedamos allí  o cruzamos otra vez este mar bendito. Pero como sea estaremos juntos de mar a mar.

-Seba mi Seba, otra vez. Dale mi Seba y no gastes en palabras lo que me pierdo de tu boca en besos. Así así. Siii! Basta de discursos. El mar es nuestro, es nuestro hogar. Importa de qué orilla se vive este sentir? No pienses en lo que va durar. Solo importa hoy, esta noche, en este lado del mar

Y el aletear de miembros en la arena húmeda bajo el golpear de espumas de las olas rompiendo, se volvió lentamente cada vez más medido, monótono, cuidado.  Se separaron, vacíos, vaciados de  pasión, borrachos de ternura.

-¿Y si llegas y no quieres volver?

-Volveré en una balsa, de polizón, convenceré al rey de España que vuelva a conquistar América, para hacerte prisionera en Torrevieja, soy capaz de lo que sea-

-Ay Seba ja ja ja. Exagerado como siempre- Dijo Alejandra separándose con paciencia oriental los pliegues de barro arenoso de entre las ropas y el rostro. 

-Pero sincero. Haría lo que fuera. El vino espera en la cabaña, ya es tiempo.

Un frente fresco se levantaba del Oriente. Como quien ofrece condolencias se abrazaron extenuados y se encaminaron a las cabañas. Entonces Alejandra recordó el pliego en su regazo. Humedecido y aplastado por las furiosas embestidas de su amante.

Ya en el alero de la cabaña Sebastián volvió a tomarla de la cintura. Y a lamerla como a una golosina. Ella se dejó invadir, y a duras penas logro arrastrar la danza concupiscente que sembraba un enchastre de barro y arena en el living.

-Por Dios démonos una ducha caliente.

Seba cerró con un tacazo de la bota la puerta de ingreso al recibidor. La alzó con la agilidad del tigre cebado que somete a su presa entre las risas de Alejandra que apenas alcanzó a arrojar la rosa y el poema maltrecho sobre la cama cuando pasaron como una exhalación hacia el cuarto de baño.

El frío de la playa se fue diluyendo, los grifos giraron y el agua caliente los lamió como lenguas de perros sedientos.

Se despojaron del barro y la ropa desgarradas, embarradas, sudorosas de pasión y lágrimas.

-y te vas, te vas, Seba, Corazón, te vas. Y si no podés volver? Tan lejos en tierra, en historia, en pasados. Oh no corazón. ¿Por qué no crecimos en el mismo barrio y fuimos a la misma escuela?

Sebastián la recorría con cuanta extensión de su cuerpo podía utilizar.

-Ay Dios Corazón Nooo,  no te vayas, no.

Algo alzó sus brazos breves y los colgó del cuello del atleta moreno. La cascada de agua caliente cubría de vapor todo el cuarto. Los cuerpos resbalaban y se encontraban, resbalaban y volvían a encontrarse. Con furia urgente la penetró, como si de ello dependiera comprobar que aún estaban vivos. Una y otra vez. Los muslos se alzaron con eléctrica sucesión hasta transformar la vibración de las siluetas, solo vestidas de la espuma jabonosa que el persistente torrente de la ducha se empeñaba en barrer, en una fina imagen de temblor de siameses.

-En el mismo barrio, en la misma escuela. ¿En los mismos años ah? ¿Porqué? Porque no sería el mismo amor. Por eso Pichona. No sería lo mismo-

Rendidos dejaron caer la lluvia de agua caliente, a la nube de vapor horadarle los pulmones.

Lentamente tomaron las toallas, sonriendo como cómplices de una reciente conspiración. Sebastián bajó las escaleras envuelto en una bata. Aseguró las aberturas y subió con champagne y dos copas.

Alejandra terminaba de leer y recitaba en vos mediana la última estrofa con la convicción de un Salmo.

Bésame otra vez, y otra vez

Hasta el cansancio, le pide

Hasta que duela

Hasta que no respire

Ha cruzado la última valla

De larga travesía; y se rinde

A la dueña de la sonrisa

Que ha ganado la batalla.

Sebastián dejó a un lado las copas y el champagne. Observó de pie la sirena apenas cubierta por una delicada lencería negra como la noche, tendida sobre la cama y absorta en la lectura repetitiva de la poesía.

Miró su rostro apenas lastimado de una humedad en los poderosos ojazos de aceituna madura. El pelo mojado y cayendo en gruesos mechones sobre los hombros. El corpiño azabache, una cinta de luto resaltando la piel de mármol, los pechos de miel, tensando la turgencia de dos colinas sonrosadas, el vientre exiguo y una nueva banda negra que oficiaba de velo al monte de venus.

Se quitó la bata dejándola caer al piso. Ella se sentó en el borde de la cama y mordió el elástico del  bóxer azul. Se lamieron con la paciencia que emerge de la exigencia de pretéritos combates.

De pronto le tomó lo brazos y se lanzó sobre ella y el lecho. Aferrándola con delicada fuerza.

No te atreverás- Dijo a ella al tiempo que destilaba una ahogada carcajada. Los cuerpos se trenzaron en una furiosa batalla de amor, con brazos y piernas buscando con creciente excitación impedir el dominio del otro.

-No podrás no podrás- reía Alejandra debatiéndose en las colosales fuerzas interiores que la incitaban a continuar la resistencia al tiempo que otra pugnaba por cesar toda resistencia y abandonarse al desnudo placer de la noche avanzada.

Finalmente Alejandra consiente, envuelta en su risa loca, que las mangas de su camisa sirvan de grilletes que le anudan las muñecas a los barrotes del espaldar de bronce. Su risa ahogada se apagó con los jadeos de un placer largamente planeado. La venda de raso le cubrió los ojos dejándola inerme ante las sensaciones del mundo con los sentidos del oído y la piel expuesta.

La boca de su amante la bebió, la absorbió, se entretuvo en sus pechos acelerando la respiración y los gemidos de pantera herida conque Alejandra lamía sus oídos.

Sintió el agudo cepillo de las púas de una barba de varios días rasgarle la cara interior de los muslos. Cuando retiró su última prenda, desfalleció de placer. Un lagarto húmedo y caluroso le horadó la entrepierna, la espina del clítoris se extendió rígida como una espina. Un hormigueo punzante le brotó por cada poro, el vientre se incendió de deseo al tiempo que la boca se le inundaba de una saliva pastosa. Y la emergente invasión del hormigueo la recorrió como una centella hasta extinguirse en la planta de los pies. Se arqueó hasta un ángulo que le tensó las vértebras y los ligamentos de las articulaciones. Pero la lengua blanda y los ágiles dedos del atleta moreno no parecían conocer ni la pausa ni la compasión al desesperado pedido de detenerse de su amante.

Una risa de demente siguió al grito que rasgó la habitación. Sebastián arremetió entonces sobre su amante y cuando sintió haberla socavado hasta su propia extenuación se dejó caer a un lado. Desató las mangas de la camisa rasgadas en la costura y manchadas de vino y saliva.

Por largos minutos la recuperación del aliento fueron el único sonido. Ella sonrió, e incorporándose alcanzó a musitar: -Por favor volvé corazón, como sea, pero te quiero de vuelta.

Luego alzó el bóxer del piso y alcanzándoselo agregó:

-Azul, mi favorito-

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-No pueden ser 30.000. Es imposible- Sobre la mesita del bar al aire libre, Clara disfruta de las bocanadas de sus parissienne.

-Por Dios Clara que decís-

-Pensá un poco. Hay 9000 ponele 11.000 de lo que la mismísima CONADEP contabilizó con las denuncias e investigaciones. ¿Y los 20.000 restantes? ¿No tienen familiares, amistades, nadie que pida y denuncie por ello?

-Pero Clara, es el argumento de los militares, la oligarquía, los poderes dominantes que hicieron una colonia de este país. . .

-Ay pará Ariel, mirá que sos un buen tipo, todo bien chavalito. Pero reaccioná hombre, se le hace un daño a la propia causa,

-Cuántos no quisieron denunciar por temor a las represalias, cuantos no contaron con el aval de sus familias a sus acciones

-Dos tercios! De la cantidad global los familiares y allegados de los dos tercios se callaron??!!

-Vamos llevar la discusión a una cuestión de números?

-No claro que no. El crimen es un crimen así se trate de una sola persona. Pero teorizar una cifra con propósitos políticos es terrible. Tarde o temprano se sabrá la verdad y le causará un daño enorme a la propia causa de los derechos humanos. Será muy fácil para esos hijos de puta sostener que todo fue una mentira y se irá al otro extremo. Van a empezar a negar que hubo desaparecidos. Mirá lo que pasa con el holocausto. Ahora hay tipos que lo niegan. Y aquí puede pasar lo mismo.

Clara se compadeció del pesado silencio en que se sumió Ariel Ingaramo.

-Perdoname Ariel. Pero yo no veo las cosas como una “compañera”. A ver un poco hombre. Pensaron en que ganarían y se llevarían por delante el ejército, las tres fuerzas, toda la cana, el Estado, la embajada, la CIA. Estudiaba ciencias políticas y dejé todo. Me metí a seguir la carrera de cuidados especiales y paliativos. >Allí hay una revolución para hacer. Cuando conocí a Sebastián era esa especie de obligación que teníamos de tener especial atención a quienes éramos víctimas de la dictadura-

Ariel la contempló consternado y tuvo por un momento la visión de Cecilia friendo buñuelos para los niños de la villa, tuvo la imagen de Luis tomando la comunión con el padre Mugica, y chocó de súbito con otra Cecilia.

Miró a Clara largamente, vio sus ojeras y la humedad de los ojos. El mismo velo de tristeza apagada de Cecilia buscando a Luis con el Seba a cuestas.  De pronto, sin saber cómo extiende el brazo y le toma la mano. Tuvo un segundo de auténtico temor, previendo un rápido rechazo de la irascible Clara. Por ello se sorprendió cuando giró el rostro y se hundió en su hombro, no tanto por su brusco gesto como por el ahogado sonido de un sollozo, apenas sofocado, por el apretón del abrazo que se dieron.

-Te acompaño a tu casa- le dijo-y agregó -te ayudo con las bolsas de las compras- como si necesitara de una excusa para no perderla.

El departamento que Clara había alquilado era sobrio, de escasas dimensiones y cálidamente decorado. Arreglado con la sencillez y eficiencia que suele tener el sentido práctico de las mujeres. Ariel aprovechó la enorme carga de bolsas de supermercado para ofrecer su ayuda y la acompañó hasta la puerta. Lo hizo pasar para acomodar los bultos y soltó un inocente –prepararé un café 

-Así que Mujica eh? Si escuche de ese cura-

-Era un verdadero profeta de Medellín

-Medellín?

-La Conferencia episcopal de Medellín, en Colombia donde los obispos de Sudamérica se reunieron para adaptar a la realidad latinoamericana las conclusiones del Concilio Vaticano II. Aquí en nuestro país los curas más jóvenes formaron el movimiento de curas tercermundistas.  Hubo un tiempo que a la popularum progresio la citábamos hasta para opinar del pronóstico del tiempo.

Sin saber cómo le brotaron las palabras se dirigió a las alacenas –¿porque no te quedás a comer?-

Ariel tardo en decir-Dale!- con entusiasmo juvenil.-

Hablaron más distendidamente. Ariel picaba los ajos mientras Clara revolvía la espinaca con el huevo. Sirvieron vino y rieron hablando de las aventuras de Clara en el viejo mundo y las costumbres valencianas, los desfiles de disfraces y las procesiones de la virgen. Él le contó como latía la  bombonera de Boca, las cantinas

Clara recupero la risa loca de la adolescencia con las ocurrencias de Ariel. Cuando solo quedaban lagos de migas y bollitos de servilletas, ruinas de una cena estirada por los pasadizos de anécdotas y debates ideológicos; Ariel estiró la zarpa huesuda de su mano para apoyarla en los dedos amarillos de nicotina. –Tal vez me veas como muy lanzado Clara... yo compañera

-Tantas vueltas vas a dar hombre para follarte una valenciana cabría . . .

Se puso de pie y lo arrastró de los dedos como si paseara un perro manso, llevándolo hacia el dormitorio.

-Clara, creo que nuestro ideales y el fuego de un amor que crece como flama.

-Ya ya Hombre! ahórrate ese discurso y no me distraigas- Ariel se deslizó buscándola bajo la cubrecama donde se había tendido. Quiso besarla. Ella lo apartó un tanto para ir quitándole la ropa con la urgencia que se atiende a un herido en la camilla. Luego extirpó de un tirón sus vestiduras.

Él se relamió como en otros tiempos palpando el látigo de ese cuerpo de fibra blanquecina, y Clara lo atrajo hacia sí con un antebrazo en la cintura y el otro en el cuello.

-Vamos ya ya cabroncito! Eso Oh si si con fuerza, hazme doler!

Le clavó las uñas en los dorsales sembrando de jadeos sordos el silencio del cuarto, cerró los ojos con furia cuando el amante dio rienda suelta a su largamente esperado deseo consumado. Imaginando al Sebastián de Torrevieja Clara cerró los ojos y le mordió los cabellos.

Ella hizo un esfuerzo por no gritar a voz en cuello lo que cabalgaba en su inconsciente –muérete empleaducha, lo tengo de nuevo ratita de Banco-

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Juan la abrazó desde la cintura y cantaban al ritmo de los saltos, como una hinchada de fútbol.

“Somos de la gloriosa . . . .”

-te quiero Ernestina, te quiero aquí conmigo los cumpas ya te consideran una de ellos, creo estar soñando

“somos los herederos de Perón y de Evita  . . .”

No sé quiénes fueron Juan, escucho el general, la Eva, sí sé que los derechos humanos es una bandera que… está bueno eso… por la gente… el pueblo como le decís vos, como le dicen ustedes… yo Oh por Dios tócame  tócame otra vez Juan…

-A pesar de las bombas y los fusilamientos…

Si Juani, me quiero morir con vos, a la mierda con la ambición personal, que la escuela y la facu y todo esto sean herramientas para servir a la causa, hagamos esto de la militancia, y solo importamos vos y yo, si?

Los compañeros muertos, los desaparecidoooos, bum bum  no nos han vencidoooo!

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El vuelo con escala en Tenerife, lo depositó en Madrid, por lo que recién al día siguiente pudo llegar a su departamento de Torrevieja, y presentarse en la oficina de Gustavo.

Los años de ahorro y vida de monje que Sebastián Angelini había llevado, obsesionado por demostrar que no era un sudaca perezoso e incapaz de progresar, le habían permitido adquirir el departamento contiguo a la Avenida de las Habaneras y Playa del cura. Cuando llegó casi 20 años atrás hubo oportunidad de adquirir lo que hoy le hubiera resultado imposible. La cosmopolita Torrevieja cuya población tenía un significativo componente de varias nacionalidades fuertemente atraídas por el clima, la paradisíaca playa y el especial atractivo del espectáculo de sus fiestas callejeras; hizo que no se sienta tan extranjero. Aunque el origen sudamericano lo distanciaba de los habitantes provenientes del sur europeo.

El largo invierno de Torrevieja, con el viento y el cielo nubosos acentuó el contraste con el clima del burbujeante verano argentino. La atmósfera familiar de la redacción lo impregnó de cierta reminiscencia del largo camino que había seguido para llegar a ganarse un lugar en la fría España del nuevo siglo, tantos años atrás. Pero las raíces que había echado en Mar de Ajó eran tan fuertes que le parecía estar allí sin más motivo que unas saludables vacaciones mediterráneas.

-Mar de Ajó, mar de barro eh? Mirá vos gauchito argentino, esas cosa tenés que escribirme. Hacéme algo de realismo mágico que por aquí sigue pegando García Márquez. Entendés Seba?

- Que novela es esa de los montos y los etarras?

Gustavo encendió un cigarrillo y lo invitó a pasar a una especie de patio de invierno donde la mucama había dejado el café.

-No hay mate por acá soldado. Salvo que te lo hayas traído

-Me tomaría una copa bien cargada de un fondillón, Gus. De esos que tienes en tu bodega. . .

-Ya habrá tiempo de brindar soldado.

Se abandonaron a una larga charla de la torturada Argentina, descorriendo el velo de los abominables crímenes expuestos con la apertura de la acción de la Justicia.

Mientras Gustavo trataba de introducirlo en la acometida con su regreso definitivo a Torrevieja, consciente de que un ancla poderosa lo ataba a la otra orilla del Atlántico, Sebastián buscaba la forma de que lo ayudase en la atropellada idea de ubicar a Alejandra y su prole en la paradisíaca y competitiva economía de Alicante.

- Conque la pollerita sudaca vendría para aquí? Hombre haberlo dicho antes. –Carraspeò y agregó con mal disimulado fastidio

-Tienes una idea de una palabra que se llama desarraigo? Vas a traer a una muchacha y sus dos chavalitos para ingresar al primer mundo ah? Vuelvo a repetirte lo que ya te dije una vez Seba; ¡Cómo puedes tener la cabeza tan lejos del culo, hombre!

Sebastián estalló-De acuerdo si la ves tan difícil ella sigue allá con su casa, su trabajo, sus críos y me voy para Argentina, abrimos una sucursal editorial. Yo me encargo, no te pido gran cosa, pero lo suficiente para ponerlo en marcha, podríamos progresar en el ámbito del turismo y la noche de Buenos Aires relacionada con lo que ellos llaman “la costa”.

-Eso es solo el verano. Te mandé a eso, a hacer una comparación, una visión paralela de las costas atlánticas.

- Pero pueden explorarse otras temáticas cuando no es temporada alta . . .

-Oh por Dios Sebastián, un país que no tiene moneda, que viene devaluando la moneda desde que aquí estaban en plena guerra civil! ¿Cuánto crees que va a durar la aventura de los Kirchner? Ese país, nuestro país, no es un país, es un campo de saqueo, un territorio de paso, tiene una élite más parasitaria que un califato árabe del siglo diez.

Gustavo observó la angustia de su amigo y se compadeció. Desvió la charla hacia la nota que sus amigos de una web le pedían sobre las andanzas de los ex activistas montoneros y etarras de la vieja guardia. Hablaron de vinos y frutos de mar, de las próximas festividades y el aluvión de turistas de la próxima temporada.

Eran soldados desperdigados por media Europa, entre las sanciones de su propia orga y la afinidad ideológica.

Cómo quien recuerda haber dejado algo en el fuego Gustavo volvió al tema que preocupaba a Sebastián.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

-Vamos hombre! Que se te nota más abatido que los hinchas del Real la semana pasada

- Voy a traerla Gus. Estos viajes fueron de trabajo por tanto están pendientes mis vacaciones. Viajo, la traigo y que tenga unos días aquí, conocerá el lugar, verá de adaptarse. . . .

- está bien gauchito argentino. Mientras me cumplas me da igual que traigas un harem de la pampa. Pero antes de regresar por ella me terminás lo de los guerrilleros.

Antes de cerrar el portal del patio de invierno agregó. –Y ese viaje va por tu cuenta, los pasajes te los daba la revista cuando traías trabajo, no amoríos-

Ni bien se alejó cerró la puerta y dio un salto de satisfacción. Se concentró esa misma noche en sus recuerdos, la bibliografía argentina y los apuntes con recortes de diarios.


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