El tiempo en Esperanza
Clara, se había alejado del acto con el propósito de disfrutar de un cigarrillo. Cuando lo vió.
-¡Sebastián! Exclamó-
Entonces todo estalló. >En las miradas que no se habían cruzado en años, se atravesó la nebulosa de una noche quieta del mediterráneo, el berrear de los niños recién nacidos, la playa de los locos, los calderos humeantes de las fondas de las lagunas de la Mata, la seductora oratoria del atleta que alternaba la potencia física de sus embestidas de toro de lidia con la poesía acalorada de vinos de alicante. Se acercó despacio, con el paso felino con que acechaba a sus presas, hasta estar en el ángulo de los brazos de Clara que fumaba parissienne tras parisienne, mirando el piso.
-Clara- dijo.
-Hola- respondió Ella como si debiera responder a sus últimas maniobras. Ella debe haberle dicho que estuve en el banco.
-Cuanto tiempo, te ves bien.- Luego de un incómodo silencio, creyó necesario agregar:-Sabrás que estuve con Ernestina. Por Dios toda una mujer! Y Juan Manuel porque no vino?
-No tiene pasión por los padres adúlteros.
-Por favor Clara aprovechemos esta oportunidad que coincidimos en estos momentos del juicio y demás para. . . . vamos a la esquina a tomar un café.
Clara arrojó el parissienne a un costado y clavó las huesudas manos en los sempiternos vaqueros azules, observó los músicos que arribaban para dar comienzo al recital. Y vaciló entre dar rienda suelta a su furia con una sonora cachetada por el discurso degradante conque había aturdido a Ernestina, pero se contuvo. Imaginó la trifulca doméstica que armaría según el carácter de la entrevista que de seguro llegaría a oídos de Alejandra, y sonrió para sus adentros.
-Bueno dale.
Y cruzaron la calle. Desde el atrio al pie del escenario, Ernestina los vio pasar en dirección al bar y le dio un codazo a Juan. Este giró y la vio sonreír radiante mientras señalaba a sus padres caminando a la par por la calzada.
Estuvieron ambos revolviendo la cucharita del café, como esperando que el otro abriera el diálogo. Por fin Sebastián rompió el silencio – Te busqué mucho tiempo. No pude encontrarte pero te busque afanosamente desde que tuve que irme a Torrevieja.
-Bueno tenías compañía de todos modos para aliviar las dificultades de tu búsqueda
-Las ironías no nos van a conducir a ningún lado, Clara. Yo quiero ver los chicos, seguir sus vidas, está bien admito que te causé un gran dolor, y . . .por Dios no eras mi esposa Clara, mi vida social llegó a ser tan solitaria como si fuera soltero, no te tenía a mi lado nunca no . . .
-Basta Sebastián no ensayes la psicológica porque te revoleo algo por la cara. No es la primera vez que te calo al vuelo atrás de un culito caliente . . .
De las mesas vecinas giraron algunas cabezas.
Luego de un largo silencio, Clara recordó su plan de arruinarle la fiesta a Alejandra. Por lo que se contuvo y recuperó el dominio de sí misma.
Ernestina seguirá estudiando aquí, y ahora está en pareja con ese chico, hará falta ver que puedan alquilar, en fin, no quiero que abandone los estudios porque tenga que ponerse a laburar.
-Bueno déjame ver. Tengo amigos aquí
La charla ya más confiadamente los llevó a recuerdos, y a planes futuros también. Estuvieron largo tiempo hablando de los juicios a los militares. El candente clima de las atrocidades cometidas por la dictadura.
-No estoy en contra de que se juzgue a los militares por sus crímenes, pero su utilización política me repugna.
-Es inevitable que los intereses de ciertos sectores políticos intervengan hipócritamente en nuestra lucha. Pero lo importante es que nunca mas tengamos interrupción de la democracia.
- A veces pienso que mis padres nunca tuvieron conciencia del imposible que perseguían. Un mundo ideal- agregó con amargura Clara.-Nunca podían haber vencido a la Junta interamericana de defensa, el Dpto de Estado de EE.UU., la CIA, y todas las fuerzas armadas locales y de seguridad, mas todos los recursos del Estado. Imposible Esto no era Cuba ni Vietnam.
Giró la cabeza para enfocar la vista del tinglado de enfrente donde se desarrollaba el acto.
Mirá esos pibes, con las madres, las abuelas. ¿Cuantos obreros hay allí? Ni uno. Es un fenómeno de clase media.
Sebastián se alegró íntimamente del sesgo político de la charla. Quería sentar las bases de una relación madura y superadora que no lo alejara de los hijos. Fue como si Clara le adivinara el pensamiento.:
-Declararé en juicios y nada más. >Y luego me quedaría en Mar de Ajó con Ernestina y su novio, pero es un pueblo chico, y no sería prudente que tropezara con la pendeja calentona que te levantaste por ahí. No te parece?
-Verlos de vez en cuando. Asistirlos como pueda. No dejaremos de ser una familia siempre, con un vínculo que no se puede deshacer cuando hay hijos.-
-Hablando de deshacer. Teníamos la pequeña finca en Torrevieja. Dividamos los bienes y hacé del caserón una buena pila de euros. Desde que quedé en Argentina no hago mas que alquilar. Y la pensión que venía de España apenas alcanzaba para comer.
-Y yo buscándote por todos lados y vos evitándome. Podría haberlos ayudado muy bien . . .
-También se alimenta una de dignidad- dijo con controlada vehemencia. El tono mesurado y cerebral de la charla analítica, de los juicios y la coyuntura del país, cedió a la crispada bronca del despecho que Clara no lograba superar.
Se levantó de golpe. Habían estado largo rato en el bar. Tenía la convicción que de algún modo sin demasiado esfuerzo, Alejandra sabría del encuentro. Y bien podría tragarse el anzuelo de la jubilada que encontró el amor.
-Me voy
Clara esperá quería ver. . .juntémonos con los chicos un día . . .los llevo a cenar
-Por ahora, pagá el café!.-
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Alejandra, aun bajo los efectos de la sacudida que le provocó la extraña visita de esa mañana, volvía a casa tratando de decidir si le mandaría un correo a su tan amado Sebastián, vomitándole esa tormenta interior que le había generado la sospechosa visita de su ex – mujer, o si lo meditaría un poco más con la cabeza fría y así evitar juicios erróneos que lastimaran sus corazones.
Trató de hacer como que era un día normal, ocupándose de los quehaceres del hogar y atendiendo a sus niños. Lavó ropa, merendó con Dante y Josefina mientras revisaban tareas de la escuela. Pero su cabeza no cesaba de darle vueltas al tema, necesitaba charlarlo con alguien para tratar de entender qué se traía entre manos la Empresaria de Bienes Raíces, pues no creía bajo ninguna posibilidad que fuera una casualidad esa visita.
Llegó la hora de preparar la cena, Alejandra mandó a sus niños a bañar y una vez sola en la cocina tomó el teléfono y marcó a su amiga y hermana del alma Catalina:
-Hola amiga, que raro vos llamando.. ¿Todo bien?
-Cata ¿podes hablar?
-Si Ale ¿qué pasa?
-No sabes a quien tuve que atender esta mañana en la oficina.. A Clara Zehnder! La ex mujer de Sebastián! ¿Podés creerlo?
-¿Que no era maestra jubilada?, ¿No estaba viviendo en otra provincia?
-No lo sé Catalina! ¡Ahora no lo sé! Obviamente hice como que no la conocía y la atendí como a cualquier cliente del banco, porque encima se presentó como Empresaria de Bienes Raíces, totalmente otro panorama al que me contó Sebastián sobre ella… ay amiga! necesito saber la verdad pero no quiero atacar a Sebastián, mira si es esta loca que quiere justamente jodernos la vida!! Sé que las cosas no habían terminado bien entre ellos..
-Bueno Ale, tranquilízate y pensá por un momento… si ella te fue a visitar con malas intenciones seguro él no lo sabe, y si es él el que miente seguro preparará coartada para defenderse ante un correo tuyo al respecto… Espera a encontrarte con él y obsérvalo, deducirás la verdad con su comportamiento y con la pregunta cara a cara! Pero te dije amiga! Te estabas metiendo en problemas! Ojo con estas cosas Ale!
-Si Amiga, tienes razón! No puedo actuar por impulso. seré cauta. pero estoy casi segura que mi Sebastián no puede hacerme esto! ¿¿ No podría no??
-Llegó Juan Manuel para cenar, te llamo mañana, si?
-Si, discúlpame amiga y gracias por el aguante! Te quiero.
-Te quiero hermana! Chau chau.
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El ambiente estaba enrarecido desde hacía semanas, pero ese día preciso en la sala de la gerencia, había alcanzado su pico máximo. El abogado de la empresa solo se reunía con subalternos por complicaciones serias.
-Ud. Madero, debe entender que no informó a asesoría legal de la empresa cuando sospechó que algo no estaba bien en los archivos que encontró. Por lo tanto aquí debemos considerar que es probable que Ud, puede ser responsable del encubrimiento de un acción personal que no involucra institucional a la empresa. Sino individualmente a personas.
José palideció. Damián había sido “transferido” a otra sucursal. No había contestado a sus mensajes desde hacía semanas.
-Pero no se preocupe Madero. La empresa no abandona a sus hombres. Bastará que Ud., reconozca la comisión de unos delitos menores como impulsos propios de una personalidad ambiciosa y le conseguimos dos cosas, la libertad y no ser blanco futuro de nuevas causas.
-Ya lo ve Madero. Un poco de valor hombre, en semanas sale, se cierra la causa. Y sanseacabó.
-Que me esta diciendo? Que puedo ir preso? Oiga acá el que manejó todo fue Damián >Carcagno. El fue mi jefe siempre. Y yo fui su empleado. Fui leal a la empresa. Y además . . .
-Y además hizo buenos negocios, Madero. Entre gitanos no nos vamos a adivinar la suerte.
El clima era ostensiblemente ominoso y algo había cambiado desde las habituales tensiones de esa sala de situación que conocía tan bien. Donde incluso había ganado una que otra batalla de marketing.
-Me quiere decir que Damián actuó solo, sin conocimiento de la empresa. Por favor Dr., aquí no se puede uno faltar un día o desviarse de la ruta de trabajo unos kilómetros sin que la dirección de personal no lo sancione a uno. Saben hasta cuantas veces un empleado va a mear y me va a decir que Damián manejó la documentación de los autos, y nadie lo vio ni lo notó basta ahora. . .
El abogado, sin mirarlo oprimió el intercomunicador telefónico, y le dijo:
-Puede retirarse Madero. Vuelva a su oficina.
José salió como quien vuelve de asistir a un funeral. En el pasillo se topa con Taborda el jefe de seguridad de la empresa.
-Buen día Taborda.
-Buen día muchacho. Esperame en mi despacho.
-Pero me dijeron que tenía que volver a la oficina . . .
-Allí te iban a mandar acá.
Taborda era macizo como un mueble de roble. Tenía unos gigantescos mostachos que le cubrían la quijada. Los lentes oscuros, sempiternos, ocultaban la mirada del hombre que con su sola presencia disciplinaba a las decenas de guardias y a los empleados mismos.
>>Lo siguió por el corredor que conducía a las oficinas del subsuelo del edificio. La humedad de las paredes, la falta de los detalles estéticos del personal de maestranza, como flores y cuadros en las paredes sumaban a la atmósfera de intimidación.
Ingresaron a una habitación donde se disponía una mesa mediana, dos sillas con asiento de suelas. En la pared lateral a la disposición de las sillas había un televisor plasma y dos computadoras pendiendo en una repisa. Allí distinguió a uno de los guardias que todas las mañanas lo saludaba cordialmente en las garitas de ingreso.
-Vamos al grano muchacho. Ahora, vas a ver una película. Una película donde, digamos sos el protagonista. O por lo menos uno de los principales.
José imaginó a los guardias siguiéndolos en los pueblos donde hicieron las transferencias, las ventas a desarmaderos y otras andanzas, imaginó la defensa que haría, sintió poder debatir con la desagradable figura obesa que jamás son reía. Idiotas! tengo toda la documentación en regla, lo tocan a mí y arrastran a toda la empresa. –Me podés haber grabado y filmado hasta el ultimo minuto y allí mismo se verá como se actuaba en nombre de la empresa. Vos mismo te vas a mandar en cana gordo de mierda. Yo mismo voy a utilizar esto, las planillas expedidas de ventas, los ingresos recibidos en contaduría. Ja, a josesito lo van a pasar, y el cagón de Damián que renunció o pidió traslado, pelotudo, no la supo pelear-Un súbito chasquido de los dedos de Taborda lo sustrajo de sus cavilaciones.
El auxiliar colocó el pendrive en la computadora y comenzó la reproducción. Una aguja de hielo le recorrió la espina dorsal. Debajo de la tenue luz sonrosada se vio junto a Damian y media docena de empleados de la regional. Las prostitutas danzaban alrededor de los caños de aluminio, se vio colocando billetes en los breteles de las bailarinas, se vio semiborracho tambaleándose con la copa en una mano y la botella en la otra mientras dos chicas con los pechos desnudos lo conducían a una habitación contigua. Entonces la emisión del video se interrumpió a una señal de Taborda.
-No hace falta que pasemos todo, verdad?
Taborda hablaba frío, impersonal, como siempre.
-No te sientas tan infeliz pibe. Allí y en otros más tenemos de todo, militares, empresarios, jueces, y tipos más muertos de frío que vos. No hace falta que te diga lo que sucedería si esto llega a manos de tu esposa. Y por favor ahorrate todo tipo de comentarios, insultos o intentos de arrebatos. No hay nada personal. Hacemos nuestro trabajo. Así que ahora vas a tener que reconsiderar lo que te propusieron, que no se que mierda es ni me importa.
Abrió una carpeta donde estaban fotografías de las mismas escenas filmadas. –Y aquí hay mas detalles como fechas, nombres, ah justamente allí constatamos que una de tus gatitas era una menor. Claro que con ese físico nadie se da cuenta. De noche todos los gatos son pardos.-
Si mediar más palabras el guardia extrajo el pendrive de la computadora y apagó la pantalla. Se retiraron cerrando la puerta con lentitud. José sintió los pasos alejándose.
La aguja en la espina dorsal, ahora le cruzó el vientre y le hizo un nudo en el estómago, que fue creciendo hasta oprimirle la garganta. Sintió una humedad resbalándole por los pómulos, y casi inmediatamente, el sollozo le hizo resbalar de las manos las carpetas de su historial de ventas.
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Clara había citado a Ernestina a la casa de su amiga, que estaba en otra localidad de la costa por unas visitas.
-Basta mamá. Harta me tenés, entendés? Harta me tenés con tu odio a todos los hombres! Por cagadas que se manden, que mierda haríamos sin hombres. Aparte hacete una mínima autocrítica un poco sabés? Yo era chica pero me acuerdo, me acuerdo bien como lo tratabas
-Cómo que “como lo trataba” . . .
-¡Para la mierda lo tratabas mamá!. Puteando por cualquier motivo, papi se fumaba cada rabietas, desplantes, mirá no me hagas acordar. Ahora me vas a decir que es un invento. Demasiado aguantó y de hecho cualquier otro tipo con un poco mas de orgullo te hubiera mandado a freir mondongo mucho antes. Y todos estos años . . . escondiendo a nuestro padre mama por Dios
El repiqueteo de la lluvia que había comenzado suave y con el avance de la noche se hizo mas continuo, era el único sonido que separaba la parálisis de las dos mujeres, mirándose como extrañas. Ernestina tomó conciencia de lo que había dicho y se aterró de las consecuencias, pero precisamente porque no sentía arrepentimiento alguno de decir la verdad, lo que sentía. Mientras Clara sosteniéndole la mirada, abofeteada, descubría humillada a una mujer que le plantaba cara en su propio territorio y echando sal a las heridas que no habían cauterizado desde los lejanos días de vacaciones. Clara n o podía creer que la nena de trenzas y moños púrpura con su guardapolvo tableado se haya evaporado tras una leona que la transportó a su propia adolescencia remota.
-Mirala un poco vos a la pendeja! Como te atrevés a hablar de mí y de nuestra historia. Pero vos ya te olvidás de como tuve que criarlos. Pobre nena cuanto te falta aprender.
Respiro con dificultad. Detuvo su airado discurso para recuperar el aliento, con las mejillas incendiándola. Ernestina se sentó en el diván de la sala don de se alojaba su madre con una amiga.
-Y así que yo le tengo odio a los hombres. Claro la señorita que hace un rato aprendió a limpiarse el traste sola, anda de noviecita y comprende a su papi, que para colmo, válgame Dios! Pasó a ser la víctima. Ya vas a ver defensora de tipos lo que son de acá a un tiempo, teniendole que bancar cada locura, a ver si te cuenta, a ver si te cuenta eso! Mientras yo les cuidaba a ustedes, le hacía la comida, los atendía, los bañaba y los acostaba, mientras tu glorioso padre iba a revolcarse con la empleaducha del banco ese, maldita ka hora q1ue fuimos al banco ese y . . .
-como empleaducha del banco? La conocés?
Clara enmudeció. La ira le había llevado a decir lo que no debía. Lo que no quería.
-Mamá no me digas que vas a ir a verla o a hacer alguna locura
-Me dijeron nomás que trabaja en un banco que se yo-
-Mamá te conozco . . mirá
-Terminala Ernestina. Pero resulta que ahora yo debo dar explicaciones
Hubo un largo silencio. La lluvia envejecía afuera y la media luz de la sala del departamento de la amiga de Clara, se iluminaba aún más con los lejanos relámpagos.
Mejor charlamos y tranquilas mañana ma- dijo-
Dale ma. Charlen, ya fue.- había un tono de súplica calculada. Sentía culpa porque no podía olvidar a la mujer paciente que le cantaba y le enseñaba a tejer y bordar. WQue le llevaba a la escuela y se había privado de su propio aspecto para que a Ella y su hermano nada le faltara. Mas bronca le provocaba esa humanidad que no podía perdonar, renovar su autocrítica y dividir el mundo en dos.
Y se puso de pie para irse con resignación, consciente que a su madre enojada no había poder en el mundo que la haga calmar.
-Juan va a venir a buscarme.-
-Que atento el jovencito. Así empiezan todos. No lo agrandes tanto nena, tu padre me traía rosas y me escribía poesía. Ahora parece que tendría nueva musa.
- Basta por favor mamá y no involucres a Juan
- Huy cierto que Romeo y Julieta están de novios. Cuanto hace que lo conoces? Pendeja calentona que se conforman con el primero que les pasa cerca.
-Peor es conformarse con el consolador que encontré un día limpiando!
Una ola inflamada recorrió la piel de Clara que se inunda de estupor, de impotencia, de furia y desazón. Y antes que pudiera decir palabra rompió en llanto al tiempo que hacía estallar una sonora bofetada estrellando la palma derecha de su mano en la tersa mejilla de Ernestina
La muchacha apenas atinó a enderezar el rostro y volver a su sitio la larga cabellera lacia. No pudo quedarse ni abrazarla ni devolver el golpe, salió a la noche, a la lluvia, a las luces de los lejanos barcos pesqueros, a la vista de la línea oscura y espumoso del picado oleaje.
Caminó no supo bien cuantas cuadras bebiendo la lluvia perezosa. Del barrio de villa corrió hasta alcanzar la hilera de cabañas y llegar a la playa . . . Era una atleta consumada. Llego descalza y con los jirones de las sandalias dejados a lo largo de la avenida, se hundió en la arena, autoflajelándose con la respiración agotada, las pulsaciones galopando y los tirones de las articulaciones por el pesado caminar sobre la arena. No supo los minutos, las horas, las bocanadas de tiempo que transcurrieron hasta que el agotamiento la rindió junto a una columna de cemento. El muelle de los pescadores se alzaba imponente. Lo subió con fatiga y anhelo ciegos. Caminó mar adentro se apoyó en uno de los morros buscando la luna, inútilmente en el negro firmamento.
Juan la encontró empapada de lágrima y lluvia en un banco de arenal cuando ya había bajado.