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Los primitivos habitantes[editar]
Sus primeros pobladores fueron indígenas, con pocas referencias en la historia conocida y con escasas evidencias arqueológicas halladas en Progreso (cerámicas, restos de hornillos, puntas de flecha). En parte por su nomadismo, en parte por el avance blanco que los combatía, su poblamiento fue siempre temporario, y no dejó huellas reconocibles en la población futura del lugar. La población permanente, que en la zona del Cululú puede fecharse a partir de 1837, reconoce otros orígenes.
Las corrientes pobladoras[editar]
El territorio del Progreso actual, ya totalmente ocupado a fines de la década de 1880, estaba habitado entonces por un conjunto poblacional de orígenes diversos en nacionalidad, religión, lengua y cultura. Esquemáticamente puede decirse que el poblamiento de Progreso resultó de tres conjuntos de circunstancias, de tres llamados diferentes. Dado que estos llamados impulsaron un movimiento continuo de pobladores, mantenido durante algunos años, bien pueden denominarse corrientes.
– la corriente exploratoria, que comprende la llegada espontánea a la zona del Cululú de los primeros pobladores criollos. En 1887 representaba el 4% de los habitantes en los límites del actual Progreso (el 100% criollos).
– la corriente de Crespo, que pobló el área original de Progreso en los campos de José María Crespo, colonizada a partir de 1881. En 1887 representaba el 88% de los habitantes en los límites del actual Progreso (el 15% criollos, 85% de origen europeo))
– la corriente de Gessler, que colonizó a partir de 1882 los campos de Enrique Vollenweider y Rodolfo Gessler en el Triángulo Sur, que perteneciendo originalmente a Grütly, quedó al margen de su primera etapa colonizadora de 1869. En 1887 representaba el 8% de los habitantes en los límites del actual Progreso (el 2% criollos, 98% de origen europeo)
Cada corriente pobladora tiene su propia historia, y sus propios protagonistas. Todos convergen en Progreso durante la década de 1880. A partir de entonces, sus fuerzas se confunden, transformándose todos en hacedores de una historia común. En conjunto, la población a mediados de la década de 1880 estuvo representada por un 17% de habitantes criollos y un 83% de origen europeo.
Los pioneros en llegar prepararon las condiciones para la colonización exitosa, los que siguieron fueron agricultores que ocuparon las tierras disponibles de la colonia, por último llegaron los que potenciaron el desarrollo de la colonia sumándose o reemplazando a los agricultores que habían llegado antes, y los que se establecieron en la planta urbana ofreciendo a los anteriores el producto de su industria, comercio o servicios.
Las nacionalidades[editar]
Más allá del origen familiar de los pobladores que llegaron a Progreso en la primera década, está su propia nacionalidad. Algunos pobladores de origen europeo (con padres, y hasta hermanos mayores europeos), ya habían nacido en la Argentina, y eran por tanto argentinos. Las nacionalidades representadas en Progreso hasta 1889, contabilizadas por jefe de familia y hombres solos, son:
Italianos 49, Alemanes 41, Suizos 26, Argentinos de padres argentinos 18, Argentinos de padres europeos 7, Austríacos 10, Españoles 6, Franceses 5, Paraguayos 2, Uruguayos 2, Belgas 1
Esta tabla variaría levemente si se consideraran las nacionalidades de las esposas, ya que en general los jefes de familia estaban casados con mujeres de su misma nacionalidad. La consideración de las mismas agregaría un nuevo país de nacimiento: Brasil (la esposa de un alemán, nacida en el seno de una familia alemana, en su primera etapa migratoria en ese país.
Unos treinta años después llegarían para establecerse otros extranjeros con otras nacionalidades: ruso, ucraniano, sirios, libaneses, bolivianos, y en las dos décadas siguientes polacos, croatas, búlgaro, checoslovacos, quizás rumanos.
Antigüedad de llegada al país[editar]
El 11% de las familias que llegaron a Progreso en su primera década ya estaban en la Argentina desde antes del inicio del proceso colonizador en Santa Fe, que comenzó con la fundación de Esperanza en 1856. Todas ellas eran familias criollas, cuya antigüedad por ascendencia española podía datar de uno a tres siglos, y por ascendencia nativa americana… por unos cuantos siglos más.
Otro 10% de las familias pobladoras de Progreso eran descendientes de familias llegadas al país entre 1856 y 1859, encontrándose entre las fundadoras y primeras en poblar Esperanza, y en menor medida San Jerónimo. Eran casi todas de origen alemán y suizo alemán.
Un 8% había llegado al país en la década de 1860, cuando el proceso colonizador santafesino había disminuido su velocidad. Se fundaron pocas colonias, y sus ocupantes ya no venían con un contrato de colonización bajo sus brazos. Provenían principalmente de San Jerónimo, pero también de Esperanza, de San Carlos, y de Guadalupe. La mayoría de origen alemán y suizo alemán.
El 71% restante de las familias pobladoras de Progreso, eran o provenían de familias de reciente inmigración, llegadas al país entre 1870 y 1889. Disminuyó fuertemente el flujo de inmigrantes germanos, y cobró fuerza el de latinos (italianos en primer lugar, incluyendo los tiroleses austríacos, seguidos de franceses y españoles).
Procedencia inmediata anterior[editar]
Aproximadamente el 83% de las familias llegadas a Progreso estaba viviendo en el actual departamento Las Colonias al momento de tomar la decisión de establecerse en la nueva colonia. Se explica teniendo en cuenta que la acción colonizadora de Christian Claus se inició precisamente en Esperanza, el centro principal de la zona, y se circunscribió a su zona de influencia. Hasta donde se sabe, el proyecto colonizador de Progreso no fue publicado en los diarios, sino que se hizo de boca en boca: primero por Claus, y luego por la espontánea colaboración de los primeros pobladores que recomendaban a otros el lugar, o que se encargaban de conseguir interesados que los reemplazaran cuando quisieron marcharse
Esperanza fue la que proporcionó más pobladores: alrededor de una cuarta parte del total llegó directamente de esta colonia. Tiene la particularidad de haber sido el punto de partida tanto de familias germanas, como latinas y criollas: fue realmente para Progreso la principal puerta de salida de su población.
El segundo punto de salida hacia Progreso fueron las Colonias Cavour y Rivadavia. Fundada una en 1869 y la otra en 1876, habían atraído población mayoritariamente italiana, aunque también germana. Eran casi limítrofes de Progreso, y ambas en camino entre Progreso y Esperanza. Constituyeron el principal punto de partida de pobladores italianos.
Se destaca luego el distrito Cululú (que entonces englobaba a los actuales Cululú y Santo Domingo). No estando estas tierras aun colonizadas (salvo unos pocos campos), pero suficientemente pobladas por criollos, fue naturalmente el origen de algunas familias criollas que se plegaron al proceso colonizador progresino.
También se destaca el rol poblador originado en San Jerónimo, Humboldt y Grütly, centros de origen de pobladores germanos. En menor magnitud, llegaron familias de San Carlos, San Agustín, Felicia y Nuevo Torino.
Todos estos orígenes de salida, que representan a más del 80% de los pobladores, señalan que recorrieron una distancia menor a los 80 kilómetros para llegar a Progreso, recorriendo en promedio unos 40 kilómetros desde su residencia anterior a la nueva.
Apenas quedan pobladores llegados desde otros lugares: Guadalupe y Rosario en Santa Fe, y algunos desde Entre Ríos (no más del 10%). Los llegados desde Europa, “con demora” o “directamente”, ya que tenían a Progreso como primer destino en la Argentina, representaron a lo sumo el 10% de los grupos familiares: alemanes, italianos (incluyendo tiroleses austríacos), en general convocados por familias ya establecidas en la colonia.
Ocupación laboral y propiedad[editar]
El 66% de las familias que se dirigieron a Progreso basaban su medio de vida en las actividades agropecuarias. La casi totalidad en la agricultura, con intenciones de convertirse en patrones de la explotación. Apenas hubo “estancieros” dedicados a la cría de animales, así como escasos fueron los arrendatarios de campos y trabajadores agrícolas.
El complemento que requerían las actividades agrícolas trajo alguna actividad industrial, muy elemental, que se ubicó tanto en la zona rural como en la urbana. El impulso dado desde el principio a la zona urbana, determinó una mayor especialización de estas actividades, así como las de comercio y de servicios. La incipiente actividad industrial (el 13% de los primeros pobladores), llegó de manos de especialistas del rubro alimentación (abastecedores que faenaban animales para producir carne, licoreros que fabricaban bebidas, y otros dedicados a la molienda del trigo y a la panadería). Los había especializados en la construcción y reparación de elementos de trabajo (herreros y carpinteros), de vivienda (ladrillero), y personales (zapateros).
Una pequeña cantidad de familias (el 7%), instaló algún tipo de negocio de ramos generales, almacén o fonda. Las familias restantes basaban su actividad en servicios, ya sean administrativos y comunitarios, de transporte, o personales. Así como las actividades agropecuarias eran desarrolladas por igual entre germanos y latinos, en los servicios predominaban germanos y criollos.
El 83% de las familias era o se convirtió en poco tiempo en propietaria de su explotación agropecuaria, de su establecimiento industrial, o de su negocio. Eran en su mayoría cuentapropistas auxiliados por sus familias, y algunos pocos tenían ayudantes remunerados. Los asalariados con alguna calificación eran muy escasos: los empleados de la comunidad (administradores, maestro, policía, párroco), y arrendatarios agrícolas. Los jefes de familia que basaban su sustento en labores no calificadas tampoco eran numerosos (el 11% de los mismos): carreros, lavanderas, jornaleros y peones agrícolas y urbanos. Progreso se convirtió en fiel reflejo de lo que se decía en la década de 1890 del fenómeno migratorio santafesino: “El aluvión humano había creado una sociedad nueva, caracterizada por la formación de una importante clase media en las ciudades y en las colonias. Los recién llegados crearon sus nuevas sociedades, apenas con la vigilancia lejana de las autoridades provinciales y con la única restricción de organizarse en el marco de generosas leyes. No tenían una clase social por encima de ellos. En el nuevo contexto de libertad se olvidaron de terratenientes, de nobles, de obligaciones militares, y de todo el edificio jerárquico que los sofocaba en sus países de origen. Ahora podían ser dueños de sus vidas y de sus actos”.
Permanencia en Progreso[editar]
1884 quedó registrado como el año en que se marcharon las primeras familias. Aun con la imprecisa información con que se dispone, podría decirse que aproximadamente un 10% de las familias originales ya no vivían en Progreso al finalizar su primera década. Algunas habían llegado “a probar suerte” o “en busca de éxito”, y no los habrían encontrado. Un 90% de arraigo puede considerarse alto: Progreso vivió su primera década en forma floreciente, con buenas cosechas y suficientes logros en materia económica, administrativa, religiosa y educativa.
La década de 1890 fue posiblemente la peor en la historia de la colonia. Las crónicas y discursos de los protagonistas de la época describen en parte los motivos: la crisis económica argentina que comenzó hacia 1890, y los duros años que le siguieron, con cosechas malogradas por el clima, las langostas y los precios. Sus dichos quedan corroborados a través de las familias que se fueron: un 29% de las que habían llegado en la década anterior. Algunas se fueron a centros urbanos mayores, con posibilidades de desarrollo no agrícola, y otras a nuevas tierras para colonizar, más al norte y de precio más accesible. Repitiendo su propia historia, muchas familias de Progreso se convirtieron en pioneras o fundadoras de otras colonias en el norte del departamento Las Colonias, Castellanos y San Cristóbal.
La década de 1900 siguió expulsando familias, pero a un ritmo bastante menor. A partir de 1910, pasada la prueba de los treinta años de arraigo (una generación), el éxodo amainó. Ya para entonces los hijos de las familias originales habían crecido y estaban en edad de independizarse. Aunque muchos de ellos se fueran de su pueblo (cosa que sucedió en gran escala), era muy probable que al menos uno, de los numerosos habidos por cada familia de antes, se casara aquí y se quedara. En algunos pocos casos la familia desapareció de Progreso al morir sus últimos representantes, sin dejar descendencia.
Al entrar al siglo XXI, el 31% de las familias de la primera década presentan descendientes en Progreso, quienes están en general dispersos en numerosas familias, haciendo muy difícil que sigan desapareciendo. Progreso se quedaría así para siempre con descendientes de la tercera parte de sus familias originales, con descendencia viviendo en forma continua desde su época de formación.
La mayor proporción de arraigo se produjo entre familias propietarias rurales, de actividades agrícolas, de origen latino. Un grupo menor quedó formado por familias criollas, dedicadas originalmente a la prestación de servicios no calificados. Las familias que se marcharon en mayor proporción fueron las no propietarias, establecidas principalmente en la zona urbana, dedicadas a actividades industriales y comerciales, y de origen germano. Sin embargo siguieron llegando otras familias, al principio de los mismos orígenes y actividades, luego diversificándolos. Progreso tuvo capacidad para renovarse durante toda su vida.


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